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Andres Díaz - valencia
León

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Una «inmensa nube de polvo y humo» y «una tormenta de chispas», según testigos presenciales, inundaron toda la galería instantes después del siniestro. Cuando llegaron los equipos de emergencia, del interior de los vagones intentaban salir algunos supervivientes ensangrentados que habían roto a patadas los cristales de las ventanillas, aunque la mayoría de los heridos permanecía inconsciente o en estado de shock. Casi todos los fallecidos -explicaron fuentes sanitarias- se encontraban en los dos primeros vagones volcados y arrollados por el resto del convoy. Dos de los heridos dados de alta en el Hospital General de Valencia recuerdan momentos del suceso marcados por la alta velocidad del convoy, los cristales rotos de las ventanillas y la oscuridad que se produjo. Un hombre de 60 años que iba en el vagón que descarriló afirmó, a la salida del hospital, que recuerda que le golpearon trozos de carne sobre el cuerpo y que ha sido una experiencia «horrible», por lo que no volverá a subir más en el metro. «El convoy iba muy fuerte y ha golpeado con el andén en la curva de la estación de Jesús. Había mucho humo, pero no había fuego. He ido a rastras hasta alcanzar la estación», dijo. «Tengo el brazo roto y algunas magulladuras», explicó el herido, que suele tomar el metro casi siempre a esas mismas horas. Una mujer de 79 años que también fue dada de alta por la tarde en el mismo hospital recordó que la Policía rompió el cristal de la ventanilla y una persona le ayudó a salir. «Lo que más me ha llamado la atención es que todo se puso muy oscuro enseguida», agregó. En el mismo hospital, una joven que buscaba a su madre afirmó que está segura de ésta iba en el metro porque siempre lo coge a la misma hora y no contesta al teléfono móvil. «He estado antes en el hospital Clínico y luego iré a La Fe y al Doctor Peset», señaló la joven a los periodistas que se encontraban en el Hospital General. Una joven que viajaba en el último vagón del metro y que salió ilesa explicó que cuando el metro se acercaba a la estación de Jesús notó que incrementaba su velocidad y que se desestabilizaba. «Se apagaron las luces y se oyeron gritos, reacciones de pánico y ataques de ansiedad entre los ocupantes del vagón, aunque ninguno resultó herido», señaló.

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