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«Se nota que vienen de países en guerra, aquí comen y pueden ducharse»

Álvaro Domínguez, uno de los tripulantes del barco

Publicado por
T. García - redacción
León

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Mientras las autoridades de ambos países se ponen de acuerdo, la vida a bordo transcurre con tranquilidad. Españoles y africanos se reparten los 25 metros de eslora con que cuenta el Francisco y Catalina y la relación entre ellos es buena. Los inmigrantes se encuentran refugiados en las bodegas, a salvo de las quemaduras del sol, y utilizan uno de los dos baños con que cuenta el pesquero. La tripulación, por su parte, ve pasar las horas en el puente del buque, pendientes de las noticias que puedan llegar por radio. «Ellos están bien, muy animados -afirma el patrón español-. Se nota que vienen de países en guerra, que están acostumbrados a pasar penurias, y aquí comen y pueden darse una ducha». No obstante, José Durá lamenta las pérdidas económicas que va a sufrir debido a este impre-visto, puesto que la decisión de acercarse a las costas de Libia se tomó para intentar arreglar una campaña que estaba siendo «muy mala». Por su parte, Moncho Marcote, uno de los cuatro gallegos de la tripulación, confiesa que empiezan a ser presa de la desesperación y el desánimo. «Lo hicimos todo bien, con todo el corazón, y ahora estamos aquí parados, camino de una ruina económica porque cada día que el barco está sin trabajar perdemos mucho dinero». Marcote, que participa en su primera campaña en el mar, explica que la relación con los inmigrantes es buena, y que no tienen ningún problema de desabastecimiento: «Alguno habla italiano y más o menos nos vamos comunicando -asegura-. Con el tema de la comida no hay ningún problema, porque nosotros tenemos de todo y ellos, como no comen cerdo, no quieren casi nada; sólo pan y pasta», comenta. El marinero, no obstante, está muy orgulloso de lo que han hecho, pero preguntado sobre si después de esta odisea sería partidario de volver a subir al barco a medio centenar de inmigrantes, apenas duda: «Hablo por mí, pero te aseguro que si fuera hoy les dábamos comida y que se arreglaran. Llevamos medio caladero, no hemos pescado casi nada y ahora una labor humanitaria como esta nos la pagan así», se lamenta.

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