Diario de León

| Reportaje | El castigo... ¿Antes o después? |

¿Guerra preventiva contra elfraude?

Mientras unos explican que hay que defender las ideas frente al uso fraudulento que se hace de ellas... los otros contestan que no todos los soportes se emplean para ello.

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Guzmán González - león
León

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Medianoche. Llueve como si el agua temiera no volver a pisar el suelo. Un bloque de apartamentos luce salpicado por las pocas lámparas que la fachada muestra encendidas. En el cuarto izquierda seis cpu a pleno rendimiento clonan y clonan la segunda versión de Piratas del Caribe. El ritmo, colosal. Cada aparato exhibe seis y hasta siete regrabadoras de deuvedés. Un par de impresoras, equilibradas junto a dos estantes de carátulas, sudan tinta mientras componen la fachada de los títulos que Mohammed y Mune tenderán sobre una manta a cuadros y Atshushi ofrecerá por las terrazas de los bares. Cuatro de la mañana. Paran las máquinas para suministrarles un refrigerio en forma de ventilación. Cerca de mil deuvedés salieron ya del horno y se colocan listos para suministrar a los ciccerone que habrán de presentarlos en sociedad. Junto a la remesa de películas se apelotonan montañas de cedés de música. Igual de bastardos que los deuvedés. Al día siguiente una plaza cualquiera sirve de escaparate a los engendros. Se acercan los curiosos. «Dos por cuatro euros», reza el vendedor. El tipo continúa con su plegaria durante toda la mañana. Un músico que pasaba por ahí pide ver si disponen de su nuevo disco. El hombre de antes, solícito, le extiende el ejemplar al tiempo que repite su rezo: «dos por cuatro euros». La piel del músico se hiela. Baja los ojos y sostiene el cedé con las dos manos. Mientras lo devuelve un chaval que pasaba por detrás se jacta a sus espaldas, sin reconocerle, de haber descargado de Internet todos los discos que muestra el improvisado tapete. El músico, resignado y sin prestar más atención que la justa, sigue su camino. Tarde de Parque. Maite lanza la pelota a su hijo y espera a que éste se la regrese. «El niño apunta maneras», advierte el padre con el pecho hinchado de orgullo. Presto, corre la cremallera de su bolso y dispone la cámara de fotos en dirección a su retoño. Check, chek, ruge el aparato con cada movimiento del obturador. No contento con eso decide grabar un video de diez minutos con el polluelo dándole a la pelota. Concluido el film y la tarde, toman rumbo a casa. El papá del retoño conecta la cámara a la computadora para descargar los archivos de video. Finiquitado el asunto graba las imágenes en un deuvedé para rotular después en el frontal, haciendo acopio de originalidad: «Ronaldinho». Su madre y su hijo aguardan en el salón. Carlos, así se llama el padre, introduce el disco en el reproductor. Juntos, con la baba rozando la comisura de los labios, los dos progenitores contemplan la destreza de su progenie. Nadie duda de la necesidad de restaurar sus derechos de autoría al músico. Cierto es, y la ley así lo contempla, que lo acontecido sobrepasa la legalidad. Pero igualmente es cierto que la medida empleada para satisfacer el honor del músico, su trabajo y su bolsillo (en el buen sentido) han grabado con un sobrecoste el video casero que Carlos y Maite tomaron de su hijo. Y no sólo lo graban una vez... El sobrecoste afectó a la compra de la cámara de fotos, a la regrabadora de deuvedé, al deuvedé mismo y al reproductor. Los usuarios mantienen la duda de si es legítima la guerra preventiva en el caso de la piratería.

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