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«He llorado lo que podía y más»

«Menos mal que estaban los jóvenes del pueblo de vacaciones, si no aquí hubiéramos ardido todos», se lamenta aliviada Rafaela, una anciana vecina de Valdelaloba

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Patricia M. / M.L. / R.A. - ponferrada
Ponferrada

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«Incendiar el monte es una acción absolutamente criminal y el Código Penal debe actuar con todo su peso sobre ello» MIGUEL ALEJO, delegado del Gobierno en Castilla y León En Valdelaloba, el pueblo del municipio de Toreno donde se originó el incendio nadie quería dar crédito a la posibilidad de que éste hubiera sido intencionado. «No puede haber una mano con tanta maldad», comentaba a última hora de la tarde un vecino mientras se autocompadecía de un fuerte dolor de cabeza. Rafaela Orallo, otra lugareña, no había visto otra cosa igual en sus 75 años de vida. «He llorado todo lo que he podido y más», confesaba. «Hemos pasado mucho, mucho miedo». Rafaela daba gracias a Dios y también a un oportuno cambio en la dirección del viento que alejó las llamas que por un instante, a primera hora de la tarde, estuvieron a punto de cebarse en la nave de ganado de un vecino. También a los mozos de Valdelaloba. «Menos mal que estaban los jóvenes del pueblo de vacaciones, sino aquí hubiéramos ardido todos». «La Guardia Civil», prosiguió locuaz la mujer, «nos ha ayudado mucho. Han llegado muy rápido, y también un helicóptero más grandes que los demás. Pero sobre todo, gracias a que el viento cambió de dirección y alejó las llamas del pueblo». Sin embargo, lo que el viento alejó de Valdelaloba, se lo llevó con fuerza y sin avisar para los montes de Finolledo. En un momento, las llamas amenazaban el pueblo de Finolledo, sembrando el pánico entre los vecinos. Éstos, asustados y sin saber muy bien qué hacer, no dudaron en poner todo su empeño en ayudar con la extinción del fuego. Asesorados por las autoridades que se habían desplazado hasta allí, colocaron mangueras en la carretera, a la altura de las viviendas, para evitar que las llamas arrasaran con sus casas. En Pradilla, también en el término de Toreno, sus últimos habitantes también vivieron compungidos los instantes iniciales desde que se declarara el siniestro. «Había mucho miedo de que se metiera en el pueblo», aseguró Cecilia Álvarez. «Lo pase mal, como todos, y eso que sólo veíamos una gran nube de humo que impedía la visión de las llamas», comentó. En la cercana Ponferrada, la nube de humo provocó durante toda la tarde una especie de eclipse anaranjado de sol, que concitó la curiosidad de los ciudadanos que disfrutaban sin mayor angustia de las piscinas o de la sombra de los parques.

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