Diario de León

«Se oían muchos gritos y cristales rotos»

Cuando el tren comenzó a balancearse, la histeria inundó los vagones del tren. Fue sólo un segundo. La máquina se salió de la vía y el miedo dio paso al dolor, la sangre y el humo

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Maite González Bazal - león
León

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A medida que las ambulancias llegaban al hospital de León, las maletas de los viajeros empezaron a amontonarse a la entrada de urgencias con la historia de cada uno de ellos dentro El hermano de Patricia Mieres viajaba en el tercer vagón y fue trasladado en ambulancia desde Villada. Recuerda que su hermano la llamó tras el suceso y que corriendo a buscarlo. «Había mucha sangre y mucho humo. En el ambiente se notaba que había muchos nervios pero no histeria. La gente estaba con collarín y con extremidades fracturadas», decía comentando la situación que vio al llegar. Asegura que su hermano le dijo que «los pasajeros tenían miedo de que llegase otro tren y les embistiese por detrás, por lo que salieron como pudieron entre los cristales rotos de las ventanas». Tras el accidente, dice que trasladaron a los heridos hasta un almacén de pipas «donde la gente del pueblo ayudó en todo momento sirviendo tilas o dando botellines de agua a los heridos». Cecilia Hidalgo es una anciana que también iba en el tren. A las 21.30 horas abandonaba el hospital con una mano en cabestrillo y los nervios a flor de piel. Al recordar el accidente, los ojos se le llenaban de lágrimas y, con la voz entrecortada, decía que el susto había sido «terrible». «Cuando en tren iba a descarrilar se oían gritos, cristales que se rompían... luego hubo un balanceo y de repente había mucha gente herida», comentaba temblando la víctima. Un poco más tarde, abandonaba el hospital José Losada en compañía de su mujer, Pilar Campos. Ambos, de 75 años, viajaban el tren con destino Irún. Tras casi 50 años viviendo en París, cogieron el tren desde Santiago para regresar a la capital francesa pero el destino quiso que se pararan de forma trágica en Villada. José se mostraba indignado con Renfe. Al no residir en León, no tenían ningún lugar en el que quedarse a dormir. Una operaria de la compañía ferroviaria era la encargada de coger los datos de los pasajeros y de buscarles un alojamiento, pero según José, la chica había desaparecido. «No sé dónde voy a dormir ni a quién me tengo que dirigir. Aquí nadie dice nada, ni siquiera hay un representante de Renfe. No tengo que ir pidiendo limosna para que me den una habitación de hotel». En cuanto al accidente, comenta que iban en el segundo vagón. Él tenía un pie atrapado y, como el compartimento estaba totalmente inclinado, otro pasajero tuvo que ayudarle a salir. Su mujer comenta de forma graciosa que su hija siempre le recomienda que cojan el avión para ir a España pero que le tiene miedo, así que «el año que viene vengo en coche, porque el tren no lo vuelvo a coger después de este susto».

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