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Arakawa desentierra a los Ramos

Un jubilado japonés viaja a Galicia para colaborar en las tareas de exhumación de una familia asesinada en la Guerra Civil

Publicado por
David Junquera - madrid
León

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A finales de 2004 un grupo de periodistas japoneses viajó a España para escribir sobre los trabajos de exhumación de cadáveres que lleva a cabo la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Su trabajo encontró acomodo en las páginas de un periódico nipón de gran tirada. Se trataba de una pequeña información con dos fotos que naufragaba en el mar de noticias del tabloide, pero que a uno de sus lectores, Toru Arakawa, no dejó indiferente. Arakawa, profesor de inglés jubilado de 65 años y ávido lector de libros sobre la Guerra Civil, quedó profundamente impactado por esta información y comenzó a rondar por su cabeza la idea de sumarse a las tareas de exhumación. Ni corto ni perezoso, el viejo profesor dejó su retiro nipón y se plantó a primeros de agosto en Madrid, desde donde se trasladó a Ponferrada (León) para buscar a su contacto: Santiago Macías, responsable local de la ARHM. Acompañado de un par de maletas rebosantes de ilusión, Arakawa se presentó en el ayuntamiento berciano con la intención de encontrar a Macias. Su única prueba era una foto recortada de él en el periódico. «¿Pueden decirme donde esta este hombre?», preguntó a uno de los bedeles en un perfecto inglés con acento asiático. El primer destino de esta peculiar pareja fue la localidad gallega de As Pontes, donde la asociación acabó este miércoles los trabajos de exhumación de cuatro miembros una familia asesinados en 1936. «El triste destino de los Ramos Ferreiro me marcará para siempre», contaba Arakawa. Cuenta Jesús Ramos, nieto de los asesinados, que una noche de agosto varios falangistas se presentaron en su casa para detener a su abuelo Manuel Ramos, Teniente de Alcalde de As Pontes. «Primero lo hirieron de gravedad y luego lo remataron sin piedad», recuerda ante la atónita mirada de Arakawa. Al filo de la medianoche, una veintena de falangistas regresaron sedientos de más venganza y golpearon hasta la muerte a dos de sus hijos, uno de los cuales falleció ensartado por las bayonetas de los fusiles.

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