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Laotra factura del fuego Otros dos policías de Torrevieja declaran por las torturas a un detenido

Un joven se desespera en el incendio de Villagarcía de Arosa

Publicado por
Manuel Campo Vidal
León

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No sólo se quemaron casi ochenta mil hectáreas, no sólo ardió alguna credibilidad política y hubo pérdidas en diversos frentes de la economía. También los incendios salpicaron con motas de ceniza la excelente imagen que, de dos décadas hacia aquí, Galicia está consolidando en toda España y que consiguió destruir el tópico de país pobre y atrasado que venía arrastrando históricamente. No es nada dramático, ni irrecuperable pero sí una señal de aviso: la ola de solidaridad desde España hacia Galicia y el consenso general sobre ayudas ante catástrofes es menos compartida ahora que cuando el Prestige , al difundirse que buena parte de los fuegos han sido provocados. Y peor aún: que existe cierta impunidad para hacerlo. Puede ser que no hubiera trama incendiaria, como se dijo en un principio, pero las fotografías ofrecieron pruebas irrefutables de que había bosques que prendían simultáneamente en varios puntos. «Viendo los telediarios se me caían las lágrimas al ver los incendios en Galicia», comenta Ivan Cobos, director de una empresa publicitaria sevillana. Hubo personas que llamaron a familiares y amigos gallegos solidarizándose desde Camerún o Sudáfrica, por ejemplo, porque este verano los incendios gallegos dieron la vuelta al mundo en los informativos. La respuesta volvió a ser ejemplar: voluntarios desde todas partes y bomberos de cualquier comunidad autónoma. Por tanto solidaridad sí, pero hay que reseñar, aunque resulte incómodo, que lo sucedido también deja un poso de disconformidad en algunos sectores. La sensación es que no es lo mismo ayudar por una catástrofe natural inevitable o por un problema que llega del exterior, como el Prestrige , que por una tragedia -como la de estos incendios- que se sabe que, en parte, están provocados. Y peor aún: que existe una cierta tolerancia en algunos sectores disimulada con conceptos como «cultura del fuego», etc. Nadie habla en público pero todo el mundo sabe algo y a veces cuenta, como lo relativo a esos viñedos plantados en un monte del Baixo Miño que casualmente se incendió un año antes, o aquella otra promoción inmobiliaria bastantes kilómetros más arriba edificada en un antiguo bosque que se desgració. «De este parcela boscosa rodeada por caminos asfaltados que se quemó a principios de julio saben algo, seguramente, en estas casas», señala un alcalde gallego. Son ejemplos concretos de los centenares de casos que se podrían recopilar, municipio a municipio si alguien se lo propusiera. Pero nadie en la Administración ha tomado seriamente, que se sepa, esa iniciativa. El fruto de ese trabajo probablemente serviría de freno para la proyectada construcción de varios cientos de miles de viviendas en la Galicia Atlántica -precisamente la más castigada por el fuego a un año de elecciones municipales- que se anunció recientemente. «Yo no creo en la existencia de tramas» -sostiene un colaborador durante años de Fraga- otra cosa es que pueda haber algún caso aislado de empresa o de personas que se consideren perjudicadas por haber sido marginados ahora después de años de jugársela contra el fuego y que hayan expresado así su malestar. Desde luego no todos, quizás alguno, pero trama incendiaria, en absoluto». El goteo de esas informaciones cala también fuera de Galicia especialmente entre los que, después de expresar su solidaridad, preguntan legítimamente sobre lo que está ocurriendo. Cualquiera persona relacionada con Galicia es asaetada a preguntas sobre la cuestión en estas semanas. Y ese caudal de preguntas sin respuesta fácil -porque es evidente la multicausalidad de los fuegos- transmite imagen de país que se quiere poco a sí mismo, o que no valora la riqueza que tiene, si se la deja escapar tan fácilmente. Esa sensación empaña la fortaleza de la Galicia moderna que de un tiempo a esta parte ha ido creciendo sólidamente y de forma bien justificada en toda España e incluso en el exterior. Nombres como Roberto Verino o Adolfo Domínguez, imperios como Inditex levantado por Amancio Ortega, su familia y directivos como José Maria Castellano, empresas como Pescanova, Zeltia o Unión Fenosa que en algunos momentos son las estrellas de la Bolsa, junto a la expansión de sus cajas de ahorro,etc. transmiten la imagen de un pequeño país emprendedor que venció con tenacidad su condición periférica y su atraso atávico. Los fuegos incontrolados y la tolerancia hacia sus causas erosionan también la imagen de eficacia que viene destilando Galicia. Unas visitas claves La Administración, dentro de la comunidad autónoma y fuera, no queda muy bien parada porque en este caso se ha detectado más improvisación de la deseable y alguna miseria clientelar en la selección de personal de las brigadas. «Un poco de autocrítica es imprescindible pero cuando lo sugieres te llaman fascista, como me sucedió a mí en una manifestación de Nunca Máis», se lamenta un periodista gallego simpatizante del nacionalismo. «Puede ser que el año próximo sea muy distinto y bajen drásticamente los incendios porque la gente ya sabe que el Estado ha tomado decisiones importantes para acabar con esto», declara el ex ministro Abel Caballero. Para el catedrático, la visita de Zapatero y las del ministro de Interior, confirman que la investigación de la Guardia Civil y la policía esta en marcha y que «quemar un bosque en Galicia ya no es gratis como saben algunos de los detenidos». Que Dios le oiga.

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