Y... ¿cómo va España?
El resumen de la acción de Gobierno encendió al público y a la militancia en Rodiezmo, que acabó el acto en puño en alto y achicharrada por el sol
«Minuto y marcador», pidió discretamente Zapatero al entrar entre el gentío de Rodiezmo en el todo terreno que le desplazó desde helicóptero, con puntualidad exquisita con la cita. Entre la respuesta y el recibimiento no pudo gozar de mejor bienvenida. Desde que subió al escenario no borró la sonrisa de su cara. Los sindicalistas iban y venía con buenas nuevas del resultado, (el del partido de la final del Mundial de Baloncesto en Japón) con lo que Zapatero inició su discurso a sabiendas de que los presentes gozaban con él y España con los griegos. Y comenzó a exponer la lista de datos: tanto para las pensiones, tanto en crecimiento, equis en conceptos de bienestar social, estos otros millones para la ley de dependencia -de independencia, matizó Guerra-, todos estos puestos de trabajo de nueva creación, éstos para los jóvenes. «Y España, campeona del mundo; así se trabaja en equipo», entremezcló el presidente del Gobierno en el listado de haberes del ejecutivo que repasó mientras la canícula comenzaba a echar raíces en los praderíos de la Tercia. «Tiene ganado todo lo bueno que le pase», susurraba al oído de su parienta uno de los 35.000 convidados que aclamaron a Zapatero durante el discurso. Terminado el susurro, la multitud rompió aguas con una cascada de aplausos y una salva de vítores del tipo más común de la arenga. Todo muy hermanado y festivo. La multitud recibió al presidente del Gobierno con su mejor cara y disposición, encantados con la presencia del líder socialista, o sea, contentos. Lo mismo que un niño con cinco euros frente al escaparate de una pastelería. Eso sí, cuando José Luis Rodríguez Zapatero hablaba se cernía un silencio respetuoso tan denso que se cortaba con cuchillo. Todo el mundo arrimaba la oreja durante el discurso y aprovechaba las pausas para estallar en aplausos y salpicar de asentimientos el alborozo general: «Eso es cierto, todo el mundo merece poder trabajar para ganar un sueldo, sea extranjero o no», sostenía con pausa uno de los presentes, a lo que el receptor contestaba apretando el morro y bajando las cejas en señal de grave aprobación. «Si lo promete, lo cumple, eso seguro», apuntaba. Después, los aplausos se apaciguaban y el siseo del rozar de paraguas tendía acomodo al resto del discurso. Eso del paraguas es canela en rama cuando cae un chaparrón de sol como el que doraba la nuca de los asistentes. Las gorras van de oficio en festejos como los de ayer, pero lo de los paraguas era para estudiarlo con calma. Lista que es la gente. Huelga decir que durante toda la mañana las personas congregadas esperaban con ansia la venida de su presidente y que al aparecer el helicóptero los aplausos aumentaron en efervescente júbilo. Durante toda la mañana Zapatero se mostró accesible, cercano. Correspondiendo a los saludos con saludos y a los piropos con sonrisas claras, sencillas, de andar por casa. José Ángel Fernández Villa agradeció la elección del presidente, por humildad, porque podía haber elegido Saitama y prefirió Rodiezmo : «Seguro que los populares dirán que debería estar en Japón, pero él ha preferido estar aquí y cumplir su compromiso con los mineros y con todos vosotros. Lo contrario hubiera sido equivocarse», a lo que el respetable respondió con un estruendo de palmas. Sin promesas locales a uno y otro lado del Pajares, la audiencia se recreó con el repaso a la acción de Gobierno; lo que fue hasta ayer y lo que se prevé hasta el año 2008, donde el calendario anuncia una nueva confrontación electoral. Entre medias, Zapatero marcó retos: Volveré, dijo, para celebrar el triunfo socialista en las elecciones locales y autonómicas de mayo del 2007». Avanzada la agenda, escribió en el aire los deberes: «Así es que trabajad», exigió a la audiencia, entre las que se notaban los dorsales de los primeros espadas del Partido Socialista tanto en León como en Asturias. «No nos falles» Rodiezmo recuperó ayer el «¡No nos falles»!» que espetó un asturiano a Zapatero en Madrid durante la noche electoral del 14 M. La frase, que en su día caló hondo en Zapatero, volvió a salir de entre el gentío de la misma boca que le espetó el deseo en la famosa noche electoral en la sede socialista de Ferraz. Y Zapatero ajustó el discurso al feed back, y respondió de inmediato: «No os preocupéis, no lo haré». O sea, segunda edición de aquella famosa expresión que acabó en la promesa «el poder no me va a cambiar», acuñada por el secretario del PSOE nada más que las urnas le anunciaron que sería el nuevo inquilino de La Moncloa. Con todo, la intervención de Guerra -el más vitoreado tras Zapatero-, sirvió para refrescar el humor de los presentes, que al ritmo de los chascarrillos del socialista para con los populares, dibujaron sonoras carcajadas en los rostros del respetable. Durante toda la mañana la sombra cotizó al alza y el pinar de Rodiezmo, situado frente al escenario de las intervenciones, hizo las veces de palco para los más madrugadores. Pertrechados con mesas de cámping, toallas, sombrillas, y demás aparatos disfrutaron de lo lindo de la jornada. 300 autocares y 3.000 coches y más de 35.000 personas, según la organización, dan fe de la magnitud del evento. Información elaborada por: Luis Urdiales, Guzmán González, J. A. Barrio Planillo y Felipe Ramos.