La seguridad en pocas manos
La llegada al Ministerio de Interior de Alfredo Pérez Rubalcaba, una de las cabezas mejor amuebladas del partido gobernante, empieza a cobrar pleno sentido tras los acuerdos adoptados ayer por el Consejo de Ministros y que se resumen en la concentración de todo el poder en muy pocas manos y con un control directo del propio ministro. Además del nombramiento de Joan Mesquida y de los cambios que afectan a las competencias sobre Extranjería, una de las de-cisiones trascendentales ha sido el poner la política penitenciaria a las órdenes directas de la Secretaría de Estado de de Seguridad, sacándola de la subsecretaría de Estado de Interior, que se ocupa de las cuestiones más técnicas. El cambio no es gratuito, máxime en un momento en que están a punto de comenzar oficialmente unas negociaciones con ETA en las que los presos van a ser un tema clave. A esto hay que añadir la colocación del Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista y el Comité Ejecutivo del Man-do Unificado de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a las órdenes directas del ministro, cuando antes dependían del secretario de Estado de Seguridad. Estos cambios suponen, en la práctica, dejar toda la seguridad del Estado en manos de tres personas. Si bien la estructura parece tener carácter definitivo, no se puede decir lo mismo de las personas que en estos momentos se encuentran al frente del departamento. Se abrigan serias dudas sobre la continuidad de Antonio Camacho al frente de la Secretaría de Estado de Seguridad. El candidato con más posibilidades para ocupar su puesto parece ser precisamente Juan Mesquida, que de momento será director general de la policía y de la Guardia Civil.