Diario de León

El mérito del saber y el deber de la prudencia

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A. Gaitero / N. González - león
León

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El Aula Magna San Isidoro de la Universidad de León acogió ayer la rigurosa y simbólica ceremonia de investidura de Santiago Rey Fernández-Latorre, quien, como los doctores en leyes de la universidad leonesa, iba revestido de rojo y negro. Rojo era el birrete que le impuso el rector, Ángel Penas, «como corona del saber y de vuestros altos méritos», le dijo. Con el anillo le otorgó la autoridad de la tradición, para que «con su sello podais sellar los dictámenes y censuras inherentes a vuestro cargo». La vicedecana de la Facultad de Derecho, Pilar Gutiérrez, le entregó el libro de la ciencia junto con el mandato de que lo cultive y lo difunda pero, sobre todo, como recuerdo de que «deberéis rendir reverencia y culto a quienes fueron vuestros maestros». La prudencia, la honra y la fuerza iban contenidas en los dos guantes blancos que recibió, con el consejo expreso del rector de que los conserve «siempre» «en el ejercicio de vuestro magisterio». Ya investido con los atributos de grado, el nuevo doctor fue acompañado por su padrino de ceremonia, el catedrático de Derecho Penal y decano de la Facultad de Derecho, Miguel Díaz y García-Conlledo. Todo un rito de iniciación que es como un rescoldo de los antiguos orígenes de la academia, que hunde sus raíces en la Edad Media. El protocolo exige en este preciso momento que sólo el doctorando permanezca cubierto por el birrete, mientras los demás se sientan y se descubren. Se esperaba su palabra. Y le salió, como él mismo señaló al final, la pasión por «la libertad informativa». «Palabras valientes», apuntaban a la salida algunos de los representantes de medios de comunicación de Castilla y León que asistieron a la ceremonia. Tras el imponente «he dicho» con que se terminan los discursos en este acto ceremonioso llega la hora del juramento. El rector pregunta al doctorando: «¿Prometeis siempre y donde quiera que estuviereis, guardar el honor de esta universidad, sus derechos y privilegios y prestarle ayuda y consejo cuantas veces fuereis requeridos para ello?». La respuesta fue contundente: «Así lo prometo y así lo quiero». Y todavía faltaba un atributo más para que el honoris causa quedara investido. El rector impuso la medalla de grado, «que en adelante podréis llevar siempre sobre vuestro corazón». Es así como se entra en el Claustro de Doctores de la Universidad de León, «con todos los honores y privilegios de sus miembros». El abrazo final del rector, la vicedecana y el padrino simbolizan la paz y la cordialidad y mientras tanto, la orquesta y banda de música de las Juventudes Musicales Universitarias iniciaba la entonación del Gaudeamus Igitur, el himno que ensalza a la academia y los profesores «para que siempre prosperen». La orquesta cerró el acto, en medio del bullicio, con piezas anónimas del siglo XVII de la región de Moravia. El alcalde de La Coruña, Javier Losada, fue uno de los paisanos del nuevo doctor que le arroparon en la ceremonia. Además, en la mesa de presidencia acompañaba al rector leonés otro magnífico, el rector de la Universidad de La Coruña, José María Barja Pérez. Desde las gradas de autoridades, destacó la presencia también de otro gallego, Meilán Gil, ex rector de la universidad coruñesa, junto al alcalde de León, Mario Amilivia y el subdelegado del Gobierno, Francisco Álvarez, la fiscal jefe, Lourdes Rodríguez y concejales de los grupos socialista y popular del Ayuntamiento de León. El periodista Fernando Ónega, el catedrático de Derecho Civil de la Universidad de La Coruña, Domingo Bello, y Roberto Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional, todos ellos colaboradores de la Corporación Voz también felicitaron al nuevo doctor honoris causa.

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