Diario de León

| Análisis | Mini crisis socialista |

24 horas fatales para el PSOE Barranco denuncia el «espectáculo»

Bono ha causado un enorme daño al presidente y a su partido al crear falsas expectativas con unas declaraciones calculadas

José Bono atiende a los periodistas en una de sus últimas comparecencias

José Bono atiende a los periodistas en una de sus últimas comparecencias

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e.c. | madrid
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Bono se la ha jugado a Zapatero. Malo es para el presidente del Gobierno que le haya dado calabazas después de que se supiera que trató de convencerle durante una larga cena celebrada el lunes por la noche en La Moncloa. Peor es, sin embargo, que haya permitido que los socialistas le colmen de elogios, convencidos de que finalmente aceptaría. Con sus calculadas y ambiguas declaraciones del martes, que tanto podían interpretarse como un sí, un tal vez o un no, el ex titular de Defensa logró que sus compañeros de partido le piropearan -«candidato perfecto» y «magnífico» le llamaron Trinidad Jiménez y Fernández de la Vega- y le designaran como el mejor competidor posible por la alcaldía madrileña. Ahora, cualquier candidato que elijan será ya un plato de segunda mesa. ¿Por qué no zanjó Bono el asunto el martes?, ¿por qué se dejó querer?, ¿por qué comu-nicó a Chaves y no a Blanco su decisión final?, ¿qué juego se ha traído entre manos? Jugada redonda Si se ha tratado de una jugada política o incluso de una vendetta se puede decir que le ha salido redonda. Al hacerse querer, ha demostrado que aún tiene mucha fuerza. Además, ha evitado medirse a Gallardón, con el alto riesgo de derrota que existía. Y no ha tenido que comerse sus palabras, cuando dijo repe-tidamente que no podía ser candidato porque no conocía Madrid y no quería ser un «paracaidista». Esa breve exposición a los focos le ha devuelto al primer plano de la política apenas seis meses después de su espantada. Ahora, Bono está en la reserva, puede que descartado ya para acceder a cualquier cargo con el desairado Zapatero, pero en la recámara como su posible sucesor si el presidente pierde con Rajoy en las próximas elecciones. La conclusión de este culebrón, lo haya querido o no Bono, es que el coste para Zapatero y el partido ha sido enorme. Con su pirueta, Bono los ha dejado en evidencia: no tienen candidato que oponer a Gallardón. Ni siquiera el encantador de serpientes de La Moncloa, al que nadie parecía resistírsele, le ha convencido. Los socialistas han vivido 24 horas fatales, de la euforia de creer tener amarrado al candidato ideal para la complicada «batalla de Madrid» a la decepción de seguir buscando. Aunque la noticia de la negativa de Bono les cayó como un jarro de agua fría, los dirigentes socialistas trataron de quitarle importancia, tras la euforia que mostraron el martes. Sólo el senador y ex alcalde de la capital Juan Barranco se desmarcó con unas durísimas declaraciones, quejándose del «espectáculo» que estaba dando su partido. «Sinceramente creo que estamos rayando la falta de respeto a los madrileños y la humillación a los militantes de Madrid», afirmó. El presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, dejó abierta una posibilidad a que Bono diga sí. Pidió a los madrileños que no crean nada hasta que oigan hablar a su amigo de viva voz. «Bono es sorprendente, por eso es tan buen político. Rompe algunos cristales y todo el mundo mira», manifestó. En el Partido Popular se respiraba una contenida satisfacción por la renuncia de José Bono que consideraban un peligroso adversario.

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