«En León existe también una mirada femenina comprometida»
Josefina Aldecoa y Elena Santiago, ambas leonesas, maestras y escritoras, son dos de las cuatro mujeres reconocidas con el premio de las Letras de Castilla y León.
Josefina Aldecoa y Elena Santiago, ambas leonesas, maestras y escritoras, son dos de las cuatro mujeres reconocidas con el premio de las Letras de Castilla y León. Las dos sobresalen entre las miradas femeninas de la literatura leonesa, señaló Natalia Álvarez, profesora de Teoría de la literatura de la Universidad de León, quien dejó ayer claro en el Congreso Internacional de Literatura Leonesa Actual que «en León existe también una mirada femenina comprometida con la realidad, que la traspasa». Josefina Rodríguez Álvarez (La Robla, 1926), que firmará sus novelas como Josefina Aldecoa, se inicia en el círculo intelectual del sacerdote Antonio González de Lama y la revista Espadaña en los años 40 y Elena Santiago (Veguellina de Órbigo, 1941) supo que sería escritora ya de niña y pertenece a la Generación del 68 -Aparicio, Merino, Mateo Díez- con la que comparte «el deseo de una narrativa abierta, pura, mezcla entre tradición e innovación» dentro de la corriente del postmodernismo y el realismo renovado. La profesora realizó un somero recorrido por la obra literaria y pedagógica de Aldecoa, de quien destacó que «es consciente de que la literatura es un gran instrumento de transformación de la realidad y un medio de comunicación» y que la autora ha sabido volcar a través de la narrativa la memoria generacional y personal, creando, con una técnica cuidada, «figuras femeninas de gran hondura». Natalia Álvarez dedicó una buena parte de su disertación a Elena Santiago, a la que considera realmente portadara otra mirada por originalidad. «Es una visionaria que busca en lo escondido y los rincones oscuros, escucha lo que las palabras callan», dijo de la autora de Ángeles oscuros, que ha cultivado diversidad de géneros (biografía de Jorge Guillén, cuentos, cuatro libros de poesía y sus novelas) La experta comparó la «sugerente prosa de ficción» de la hija predilecta de Veguellina de Órbigo con con la de Delibes, Lampedusa, Joyce y VirginiaWoolf, entre otros. Sus personajes, llenos de humanidad, viven frustraciones o acusan las secuelas de la Guerra Civil, como ocurre en La oscuridad somos nosotros y Vega. En esta última la mirada de una niña de siete años conduce al lector a la crudeza de la contienda civil. La «maestría literaria» de Elena Santiago radica, según la experta, en su técnica y en su intuición, no exenta de un humor fino como el que destila un párrafo de Ángeles oscuros donde se explica que la prolífica fecundidad de la señora María se debe a que tiene guardadas montones de cigüeñas en su desván que le traen los niños. Muy reconocida en el extranjero -utilizan sus libros en universidades americanas, italianas y también francesas en las clases de español y se han hecho tesis- y también por la crítica, Elena Santiago «no se prodiga en el mercado literario porque desea sólo escribir». El monográfico que acaba de terminar Natalia Álvarez es el primer estudio que se hace en España de la obra de Elena Santiago. El microrrelato, un género de moda tan difícil como la poesía, dijo ayer la profesora Irene Andrés-Suárez, también se cultiva en la literatura leonesa. Luis Mateo Díez fue el pionero y el que abrió el camino con Los males menores en 1993, le siguió José María Merino con Días imaginarios (2002) y Cuentos del libro de la noche (2005) y Juan Pedro Aparicio se ha incorporado al género en La mitad del diablo (2002), donde aparecen 136 de los 333 microrrelatos que había reunido. Los tres estaban ayer presentes en la conferencia que ofreció la profesora de la Universidad de Neuchâtel (Suiza), oriunda de León y IV congreso de microrrelatos. Luis Mateo Díez que participará en este seminario confesó al finalizar la conferencia que «a lo largo de toda mi vida he escrito microrrelatos a veces casi sin conciencia de ello». Durante mucho tiempo «los escribía, pero los guardaba» y finalmente recopiló 38 de estas historias mínimas en Los males menores , junto a El álbum de las esquinas , que contiene otros siete relatos de más extensión. Desde entonces, prefiere leerlos a escribirlos. «Es un género de extrema dificultad y experimental, muy de escritores y para escritores», abundó Díez. Arraigados en la tradición modernista y en las vanguardias e inaugurados en España por la prolífica inventiva de Ramón Gómez de la Serna, figura clave del cuento brevísimo, los microrrelatos «consiguen trasladar al lector inquietud y desconcierto», dijo la profesora. Se trata de un género que entronca con la literatura fantástica, denostada en España hasta los años 80, y los juegos intertextuales. En una extensión mínima exploran vidas alternativas, la ficción contamina la realidad, hay sueños dentro del sueño y soñadores soñados y también una reelaboración de escenas y personajes de la literatura universal como hace Merino en La cuarta salida, al reescribir un fragmento de El Quijote. La expulsión del paraíso y la muerte son otros de los temas recurrentes de esta escritura dirigida «a especialistas en lectura y nunca fácil de interpretar». Apela a las referencias culturales de los lectores y «mete un mundo en pocas líneas». Si Mateo Díez encuentra en Kafka un gran maestro del microrrelato, a Merino es una lectura de la infancia la que le descubre una pasión que pronto sacará a la luz en una antología ampliada. Juan Pedro Aparicio incorporó en su primer libro El origen del mono , dos cuentos breves, relegando al olvido otros que había escrito. «Me faltó osadía». Los ejes temáticos del microrrelato en estos autores giran en torno a las fuerzas maléficas (diablo, inquisición), la iglesia, el clero y el mundo celestial, la literatura y los escritores y la denuncia política y social. «Los problemas del hombre moderno se atisban detrás de la ironía y el humor lúcido y cáustico, que son una crítica amarga de la sociedad y sus formas de vida», dijo Andres-Suárez.