La inexistencia de nieve y de un modelo turístico diversificado pone a muchos negocios del área de Lillo al borde de la ruina
Un invierno negro para el negocio blanco
A estas alturas de campaña, la plantilla se encuentra al 60% de lo habitual
«Al invierno no lo come el lobo», dicen en los pueblos de Lillo, pero este año parece que se lo ha merendado porque las condiciones meteorológicas que se están dando en la montaña leonesa son absolutamente excepcionales, para bien y para mal. Un ganadero dirá que está encantado porque aún mantiene a sus reses en los pastos -algo impensable en León durante un mes de enero-, pero la maquinaria turística y económica que pone en marcha la nieve está empezando a chirriar y las familias que viven del negocio blanco empiezan a ver el invierno negro. El Centro MeteorológicoTerritorial, con sede en Valladolid, lleva un registro expreso de la información meteorológica en la estación invernal de San Isidro, la que mayor movimiento genera, y con mucho, en toda la provincia. Las cifras conocidas desde el 5 de diciembre hasta Reyes son extraordinariamente pesimistas: la temperatura media ha sido de -0,3 grados en una zona cuya altitud oscila entre los 1.600 y los 1.800 metros, sólo ha nevado durante tres días y, aunque la estación ha sido explotada durante 21 días, nunca ha habido más de 3,5 kilómetros de pista esquiables. Ruina. Esa es la sensación que tienen en las poblaciones que más se benefician del negocio directo o indirecto de la nieve. Hospederías, restaurantes, la farmacia, la gasolinera, el panadero, los cajeros automáticos, las empresas de alquiler de esquís, la recogida de basura; todo funciona a medio gas o ni siquiera funciona. Una treintena de alojamentos, tanto en la vertiente Porma como Curueño, se encuentran en estos momentos bajo mínimos, a pesar de que la iniciativa privada ha logrado una interesante oferta con más de 2.000 plazas. La estación de esquí está clausurada y, en consecuencia, muchas de estas casas rurales, hostales o apartamentos tienen colgado el cartel de «cerrado». Fernando Suárez Vega es el propietario de Las Chozas de Francisca, el alojamiento más visitado de Puebla de Lillo, pero sólo por Internet, porque su situación es penosa. «Ahora mismo no hay nada alquilado y ha llamado mucha gente anulando o aplazando la reserva porque lo quieren ver es nieve. Lo que la nieve nos da, la nieve los quita», lamenta. Sin comidas ni meriendas Su caso es representativo de todo el sector. Su hermana Purificación regenta el hostal Ruta del Porma, uno de los más frecuentados por los esquiadores. El aparcamiento vacío es un aviso de que no hay nadie en el bar a media mañana. Sólo Puri y su hijo Héctor. «De dar más de cien comidas al día hemos pasado a veinte y no tenemos ni una sola habitación alquilada de las 30 plazas disponibles», confiesa. Durante la conversación entre un cliente. Es el fisioterapeuta del área sanitaria de Cistierna. Asegura que en sus 18 años como vecino de la montaña nunca había visto algo similar. «Subí al pico Remelende (Las Señales) y sólo había nieve en la ladera norte, en lo demás, nada de nada. Es un desastre. Cualquier año en esta época esto no estaba así», explica Juan Antonio Andrés. «Como te digo, desde Riaño hasta aquí no he visto nada de nieve». «No hay ni gatos», añade Puri. La peculiaridad de este invierno está en boca de todos. En la gasolinera no pueden hacer comparaciones con otros años porque su apertura es reciente, pero no han podido empezar peor. «A mí me han dicho que esto [por la carretera de acceso a San Isidro] es un subir y bajar de coches, pero apenas tenemos clientes y los que hay son de aquí de los pueblos o de empresas que vienen de fuera», afirma Lorena García, responsable de las instalaciones. Gorros en la gasolinera En la tienda de la gasolinera todavía hay muchas y complementos de abrigo como los gorros de lana desde luego no son el negocio del año. Vicky Coque es empleada de la gasolinera, aunque el año pasado trabajaba en Alepán, una cafetería-pastelería cuyo obrador suministra de pan a la mayor parte de los negocios de San Isidro. «A las seis y media, cuando bajaban los esquiadores, yo recuerdo que lo normal era dar de 80 a 90 meriendas y por lo que veo este año no es así». Jaime Alonso, propietario de este negocio, lo corrobora. «El nivel de ventas en diciembre ha sido similar al de noviembre, y hay que decir que noviembre es de los peores meses del año». 1.400 barras de pan Calcula que en temporada alta llevan hasta la estación entre 1.300 y 1.400 barras de pan, que ahora no se producen. En términos económicos, las pérdidas se acercan al 50% con un valor, sólo desde que arrancó la campaña el pasado 5 de diciembre, de unos 12.000 euros. «Aquí se vive del verano y de la nieve. No hay turismo alternativo. Es el todo o nada, como en el casino», se queja. No le falta razón. La inversión privada ha centrado sus esfuerzos en los sectores hostelero y hotelero, sin embargo no se han llegado a desarrollar iniciativas públicas dirigidas a diversificar el turismo. «Cuando lo hemos intentado se nos han echado encima», confiesa el alcalde de Puebla de Lillo, Pedro Vicente Sánchez, refiriéndose a las críticas de los colectivos ecologistas frente a proyectos como el previsto para el pantano del Porma o el campo de golf. Con todo, el área de Lillo, en invierno y sin nieve, parece perder todo el atractivo pese a sus enormes posibilidades. Mirando al sol En la farmacia tienen plantados todos los cosméticos relacionados con la nieve. Las estanterías de las cremas solares están repletas a la espera de la llegada masiva de esquiadores, como explica la auxiliar de este negocio. Y no son los únicos. A estas alturas de año, hay muchos trabajadores que esperan un contrato para iniciar la campaña. La plantilla de la estación invernal es hoy de 60 empleados, cuando lo habitual es que trabajen en las instalaciones alrededor de cien personas. Llamaba la atención que esta misma semana aún se estuviesen examinando candidatos para acceder a alguna de las vacantes. «La temporada aún está a tiempo de no perderse», afirma Alfredo del Río, del servicio de Información de la estación invernal de San Isidro. «Por la experiencia de otros años, cuando la estación se abre en enero o en febrero, la nieve llega hasta abril, por lo que si hay nieve en esa época todavía puede ser una campaña buena». En abril, ¿negocios mil? El hecho de que se retrase la temporada también puede redundar positivamente en los negocios que no son exclusivamente invernales, como las tiendas de alquiler. «La gente que viene en esta época es más exigente, busca nieve y sólo quiere esquiar. Sin embargo, el usuario que se acerca en primavera también busca otras alternativas, caso de los ruteros». En todo caso, ésta no es la peor temporada de los últimos años. En el 2003-2004, a estas alturas, la estación sólo había sido explotada durante 14 días frente a los 21 de esta campaña. Eso sí, mientras en aquella época había una media de seis kilómetros de pista, ahora sólo pudieron abrirse al público 1,9, con un espesor medio de 25 centímetros en la mejor de las jornadas. Ya dicen que el lobo no se come a los inviernos. «He tenido que aplazar y anular muchas reservas. Lo que la nieve nos da, la nieve nos lo quita» FERNANDO SUÁREZ Hotelero «No hay turismo alternativo. La nieve es el todo o nada» JAIME ALONSO Empresario