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Barrena acusa a Iberretxe de hacer una política «cocinada en Madrid» por Rubalcaba e Imaz | Análisis | La respuesta política a ETA |

Batasuna no irá a la marcha porque no se siente identificada con el nuevo lema Más desunidos que nunca

Los aberzales consideran que el cambio de eslógan la convierte en otra manifestación

Policías vascos ante un cajero quemado por los radicales en San Sebastián

Publicado por
Javier Armesto - agencias | bilbao redacción
León

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El dirigente de Batasuna Pernando Barrena anunció ayer en San Sebastián que su formación no acudirá a la manifestación convocada por el lehendakari, Juan José Ibarretxe, en Bilbao porque no quiere «ser partícipe de ese fraude absoluto, acto excluyente en el que la izquierda aberzale no se siente identificada». Barrena, quien compareció en una rueda de prensa acompañado por los también dirigentes de Batasuna Joseba Permach, Imanol Iparragirre y Joana Regeiro explicó que el apoyo ofrecido inicialmente por Batasuna a esta manifestación se debió a que consideró que el lema «Por la paz y el diálogo» recogía «contenidos adecuados» para «crear condiciones de viabilidad para un proceso político de resolución» del conflicto. Movilizaciones diferentes Sin embargo, según explicó, la decisión del lendakari de añadir a este eslogan la frase «Exigimos a ETA el fin de la violencia» ha hecho que estemos hablando de «dos movilizaciones totalmente diferentes». «Hablamos de otro formato y de otro objetivo que no es otro que el de pivotar sobre la agresión contra un único agente y una única posición -la de la izquierda aberzale- en el contexto del proceso político», añadió Barrena quien opinó que esto supone un «gran fiasco» y un «fraude absoluto» a la sociedad vasca. Aseguró que se trata de una manifestación «cocinada en Madrid» por el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, y que «pretende dar cobertura a la posición mantenida por el Gobierno español» y el PSOE «en estos últimos diez meses». Las manifestaciones que hoy recorrerán Madrid y Bilbao evidencian la incapacidad de la clase política española para ponerse de acuerdo en algo tan elemental como el rechazo al terrorismo. Con la explosión de Barajas, ETA ha vuelto a conseguir la desunión de los partidos y un clima de tensión institucional que recuerda a épocas pretéritas, como el enfrentamiento suscitado tras el asesinato de Fernando Buesa, hace casi seis años -fue el segundo atentado mortal tras la ruptura de la tregua de 1998-99-. La división actual es tan profunda que incluso se han producido disensiones dentro de un mismo partido, como ha ocurrido en el PSOE y en el PNV. Dos semanas después de la masacre en la T-4 ya puede decirse que la gestión de la crisis por parte del Gobierno ha sido fallida: un presidente dubitativo y superado por las circunstancias, que tardó siete días en dar por roto el diálogo con ETA y que ha cometido deslices impropios de su cargo, como calificar de «accidente» al atentado que costó la vida a dos ecuatorianos; un ministro del Interior que declaró haber sido sorprendido por la banda terrorista (el máximo representante de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado) y que ha repetido varias veces la muletilla «no se me alcanza» ante las preguntas de los medios, aunque después hiciera revelaciones a la prensa extranjera ( The New York Times ); una vicepresidenta que llama «papelito» al Pacto Antiterrorista. El propio secretario de Organización del PSOE instó al Ejecutivo a hacer autocrítica y reconoció problemas de comunicación con ETA y lagunas de información en el proceso de paz (algo que no hacía prever el optimismo destilado por la Moncloa a finales de año), aunque luego tuvo que recurrir al «han malinterpretado» unas palabras que comprometían al propio Zapatero. Imaz e Ibarretxe El PNV, cuyo papel en el conflicto vasco había quedado relegado a raíz de la interlocución directa entre el Gobierno y ETA, ha regresado al primer plano de la actualidad. Pero los nacionalistas no han podido evitar que las dos corrientes mayoritarias de la formación heredera de Sabino Arana caminen por separado. Nada más producirse el atentado en Barajas, el Gobierno de Ibarretxe apostó por la continuidad del diálogo para no defraudar, a su juicio, las expectativas de paz. El presidente del PNV, Josu Jon Imaz -un político tan sobrio como el lendakari, pero más cabal-, consideró que es imposible retomar las conversaciones con una organización armada que no respeta algo tan básico como un alto el fuego. Así lo sostuvo públicamente, aunque hoy esté detrás de la pancarta. En cuanto al PP, su papel ha sido el de atizador de todo el desconcierto generado: desde el primer día, cuando recriminaron al Gobierno su actitud durante la tregua, hasta su decisión de no acudir a ninguna de las dos manifestaciones. Rajoy se ha situado al margen de todas las fuerzas democráticas en un rol similar al que desempeña en el Congreso. La AVT, el Foro de Ermua y UGT han contribuido con sus desplantes y exigencias, a desvirtuar el objetivo final de las convocatoria. Un triste espectáculo en medio del cual los únicos que parecen haber mantenido la calma y la cordura son los ecuatorianos que viven en España.