El obstinado silencio de Fago
Los vecinos de la localidad se niegan a hablar pero, junto con los de Ansó, han convocado para el sábado una concentración en repulsa por el asesinato
En un día de sol invernal, después de pasar la localidad de Berdún, una cinta policial corta el paso hacia una zona boscosa. El acceso, custodiado por una patrulla de la Guardia Civil, es lo único que nos indica que estamos acercándonos al lugar en el que el pasado fin de semana localizaron el coche de Miguel Grima, el alcalde del pueblo oscense de Fago, asesinado a tiros con una escopeta de postas. Casi una semana después sigue siendo desconocido el autor o autores del crimen, así como su móvil, aunque agentes de la policía judicial han comenzado a tomar muestras de ADN a algunos vecinos de Fago y Ansó (localidad próxima) para avanzar en la investigación de los hechos. El Mercedes de Grima no es visible desde la carretera. Apenas se distingue un furgón al fondo del camino, pues agentes de la Unidad Central de Operaciones (UCO) de la Guardia Civil se han desplazado a la zona para realizar las investigaciones que se dirigen desde el Juzgado número 2 de Jaca. 1397124194 Pueblo fantasma Tras doce kilómetros de curvas imposibles, Fago era ayer un pueblo fantasma. Casas como sacadas del cuento de Hansel y Grettel, calles empedradas y sin aceras, productos de matanza colgados al fresco en las galerías, el tañido de las campanas dando las tres y dos perros ladrando. Ni un alma. Ni un solo vecino se dejó ver por el pueblo, cerradas a cal y canto puertas y ventanas en todas las casas, incluido el bar-tienda de la plaza, Casa Marieta, en cuya fachada, sin embargo, se podía leer una pancarta en la que los propietarios se quejaban de las abusivas tasas fijadas por el alcalde si querían poner una terraza con cinco mesas: 245,04 euros, más otros 125 de fianza. «Fago no es Nueva York». El enfado no era nuevo; su fecha: julio del 2005. Sólo los periodistas desplazados para cubrir la información del suceso ocupaban ayer las calles. De nada servía golpear a las puertas. Únicamente el movimiento de los visillos denotaba que la casa estaba habitada. «Es normal que la gente no quiera hablar. En los informativos se están diciendo muchas cosas que no son del todo ciertas», se quejaba una mujer de Ansó, en referencia al número de personas a las que se les había tomado de-claración o al hecho de que no es verdad que se hayan retirado las escopetas de caza. «No hacemos declaraciones, no, no, no», decía una vecina de la calle Chunillas, en Fago, al tiempo que cerraba la puerta de su casa y tiraba de sus hijas hacia el interior, recién llegadas del colegio en Ansó. El propietario de la panadería Mendiara, también en Ansó, fue más explícito: «No hay justificación para algo así. Por muchos defectos que tenga alguien, es una barbaridad. Yo creo que Grima era un buen alcalde. Hizo cosas buenas por el pueblo, consiguió el transporte escolar... No creo que haya sido nadie de aquí. ¡Imposible!». En la puerta de su establecimiento se podía leer un cartel convocando a los vecinos a una concentración ciudadana el sábado próximo, a las 13 horas, en Fago, en repulsa por el asesinato. A la pregunta de si sabía quién convocaba el acto, el panadero de la localidad respondió con un lacónico: «No sé quién, concretamente. Pero yo iré, por supuesto».