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Jefe de la Unidad de Psiquiatría Infarto-Juvenil del Hospital de León

«Las familias tienen la sensación de pasar muchos filtros para llegar aquí»

Actualmente, los pediatras no pueden derivar casos directamente a la unidad de psiquiatría y a su vez, la unidad tiene limitada su capacidad para intervenir con el entorno del

León

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Enrique Ortega García es el jefe de la unidad de psiquiatría infanto-juvenil del Hospital de León desde su creación en septiembre de 1999. Cada año ve en su consulta a cerca de 150 pacientes nuevos y defiende la necesidad de que la unidad de psiquiatría se transforme en un equipo de salud mental especializado en población infantil y juvenil, al que tengan acceso directo los servicios de pediatría. -¿Qué peculiaridades tiene la psiquiatría infantil y juvenil? -La especialidad de psiquiatría infantil y juvenil no está reconocida, aunque hay un grupo de psiquiatras formados de manera específica para trabajar la patología psiquiátrica de los menores de 18 años y una sociedad científica que, sin tener la antigüedad de 50 años de la sociedad de psiquiatras, ya funciona. Las diferencias sustanciales se deben a que trabajamos con una población, como son los niños, que no se expresan igual que los adultos y quienes demandan las consultas son los adultos. En cuanto a la inteverción, la peculiaridad es que se realiza de manera individual y familiar. Se dan pautas a la familia que ayudan a solucionar los problemas. Con los adolescentes, se acerca más a los patrones de los adultos. La familia es importante, pero hay más tiempo de privacidad. -¿Cómo ha evolucionado la unidad desde su creación? -Es una unidad de tercer nivel asistencial que empieza a funcionar en septiembre de 1999. Esto quiere decir que atiende la patología psiquiátrica que previamente ha pasado por las unidades de salud mental correspondiente en un porcentaje de pacientes que requieren una intervención específica. Pero la gente lo que quiere es un equipo de salud mental infanto-juvenil en el que desde Atención Primaria se pueda pedir consulta para llegar aquí. El niño, la familia y el entorno son importantes para el tratamiento y hoy por hoy no podemos coordinarnos o comunicarnos directamente con el entorno, o sea, los pediatras, los equipos de orientación psicopedagógica, el centro base de atención a minusválidos, los colegios de educación especial. Ahora las familias tienen la sensación de que tienen que pasar por muchos filtros para que les traten adecuadamente. -Las familias quieren venir a la unidad porque creen que es mejor la atención de un especialista. -Pero si empiezo a ver patología banal, quito tiempo para los casos graves. Tiene que haber protocolos de derivación eficaces de atención primaria a especializada, para que no haya un desbordamiento de las consultas. -¿Ha notado cambios en este tiempo en las patologías que se consultan? -Se consulta un número amplio de trastornos por déficit de atención (suponen más de una tercera parte de las consultas) y casi siempre van acompañados de otra patología (trastornos de conducta y retraso en el aprendizaje escolar, principalmente). Sí he notado cambios a la hora de entender este trastorno por parte del profesorado que ya no les ve como alumnos vagos a inquietos, sino como niños con problemas que requieren un tratamiento. Esto no quiere decir que ahora haya más hiperactivos. -¿Se puede hacer un diagnóstico precoz de algunos trastornos para mejorar su evolución? -A edades tempranas, de tres a cuatro años, lo que más vemos son trastornos generalizados del desarrollo. Es un momento en el que es más fácil hacer intervención si se hace un diagnóstico precoz y los pediatras son muy importantes para lograrlo. A los 18 meses ya se pueden tener datos para orientar trastornos del espectro autista, que ahora diagnosticamos a los seis años. Nuestro objetivo es detectar estos trastornos antes de los tres años, para que cuando ingresen en la escuela, se sepa que hay que actuar. De esta manera tendrá mejor evolución. -¿Un síntoma es suficiente para diagnosticar un trastorno mental? -No, nunca. Muchos de los síntomas que se convierten en patologías psiquiátricas son normales a determinadas edades y dejan de serlo en otras. Un niño que saca malas notas no tiene por qué ser desatento. De los síntomas se puede deducir un diagnóstico cuando se prolonga en el tiempo e interfiere en la vida de la persona. -¿Los trastornos alimentarios son muy relevantes? ¿Sería necesaria una unidad específica? -Es uno de los trastornos que se diagnostica a partir de los 12 años, sobre todo anorexias nerviosas pero no es el más prevalente. A esa edad vemos también trastornos psicóticos, esquizofrenia, trastorno bipolar y trastornos afectivos, además de otros que se diagnostican más pronto. Si para cada uno tuviéramos una unidad el servicio sería inviable. -¿Con la creación de una nueva plaza de psiquiatra se cubren todas las necesidades? -No se cubren todas las necesidades, pero sí es una mejora y un inicio para atender mejor a la población infantil y juvenil. Pasamos de un psiquiatra a dos, el doble. -¿Se necesitará una ampliación de la cobertura psicológica? -De momento, la necesidad estaba planteada para la psiquiatría. A medida que siga creciendo la unidad se dotará en función de sus necesidades. Tampoco contamos con ningún auxiliar administrativo y somos nosotros mismos los que tenemos que pasar la historia mientras atendemos a los pacientes. -¿Tiene límites de tiempo para atender a los pacientes? -No, no me han puesto límites. Dedico una hora a nuevos casos y de 25 a 30 minutos a revisiones.

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