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| Crónica | Cumpleaños de un trasplantado |

«Mi gratitud a las familias que deciden donar pese al dolor»

El ex minero lacianiego Octavio Castellanos busca la complicidad de León con la donación al cumplir un año de su nueva vida

Octavio Castellanos recibió un trasplante de hígado hace casi un año

León

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El lacianiego Octavio Castellanos es una de las 34 personas que el año pasado recibieron un trasplante hepático en Castilla y León. Tiene 53 años y el 14 de febrero cumple su primer aniversario de trasplantado. Y lo quiere celebrar con agradecimiento al sistema público de donación y trasplantes y a las familias que dicen sí a la donación. «Entre el antes y el después lo que más me interesa resaltar es que ha tenido que morir una persona y la familia ha decidido la donación, algo que sucede con todos los trasplantes». Su gratitud va más allá de la familia anónima cuya decisión le salvó la vida. «Es un homenaje a las familias que en medio del dolor por la muerte de sus seres queridos deciden las donaciones», remarca. Octavio Castellanos servir ahora de acicate para promocionar la donación de órganos y para dar a conocer un sistema en el que -precisa- no cabe el comercio. «Con la vida no se puede mercadear», asegura. «Obtener un beneficio económico a costa de la vida de otra persona es absolutamente inadmisible» pues, al margen de cualquier consideración ética o moral», señala, «en nuestra legislación está prohibido». La venta de órganos plantea a su juicio muchos interrogantes: «¿Quién lo compra? ¿Para quién? ¿Dónde se va a hacer el trasplante, en un centro público, privado?...» Sin embargo, en España «tenemos la suerte de que existe un sistema público de donaciones controlado por las comunidades autónomas y por el Estado a través de la Organización Nacional de Trasplantes», precisa. Minero jubilado por accidente y estudiante de Historia en la Universidad de León, Octavio Castellanos, siempre se ha considerado optimista, pero reconoce que el trasplante le ha transformado en otra persona: «No sólo es un proceso físico, es como si hubiera cambiado algo más. Tu alma cambia y tienes una visión diferente de las cosas». Antes de empezar la entrevista toma religiosamente la pastilla que le protege del rechazo al nuevo órgano. Octavio Castellanos se jubiló el 14 de octubre de 1995 tras 21 años en la mina como ayudante, entibador, vigilante y, finalmente, posteador. Sufrió un accidente a raíz del cual descubrieron que «tenía las rodillas destrozadas, como si fueran de cristal del malo, sin apenas cartílago...». Permaneció siete meses en la clínica de Fremap en Madrid, donde le pusieron la primera dieta por sobrepeso. «Llegué a aborrecer las naranjas y el rape», confiesa. Octavio siguió con su vida de jubilado y se matriculó en la Universidad de León para estudiar Historia - «me fascina la época medieval»- pero empezó a sufrir procesos febriles altos y de larga duración. Pronto vieron que no se trataba de sus recurrentes infecciones de garganta porque la analítica desveló el elevado nivel de sus transaminasas. En la Navidad del 2004, sufre una grave crisis que le mantiene en cama durante más de un mes; tras ingresos repetidos, en primavera, el internista del Hospital de León Fernando Nistal «me comunica que la única solución es el trasplante». Su salud empeora de día en día y en diciembre «estoy al límite de mis fuerzas». Es entonces cuando deciden trasladarle al hospital Río Hortega de Valladolid, el único centro acreditado en la comunidad para realizar trasplante hepático. Su estancia en el hospital se prolonga , con excepción de un fin de semana, hasta el 23 de enero, fecha en la que ingresa oficialmente en el programa de trasplantes. La enfermedad es irreversible. Regresa a León y esa misma noche sufre una encefalopatía que deja inconsciente. «Es el proceso más grave; sólo fui capaz de descolgar el móvil y decir «sí» y a duras penas pude abrir la puerta de mi casa a las cuatro de la tarde del día siguiente, cuando la estaban aporreando alarmados por mi silencio», relata. ¿Por qué ocurrió? No lo sabe, aunque a su alrededor lo achacaban a que no había comido. Logra reponerse y al día siguiente, el 26 de enero, una llamada le alerta de un posible donante y tiene que trasladarse inmediatamente a Valladolid. Todo está listo para entrar en el quirófano... pero en el último momento le dicen que no es posible. No creen que la pieza sea la adecuada para sustituir el hígado maltrecho del leonés. De regreso a casa, Octavio Castellanos reconoce que su estado de ánimo se quebró. A los pocos días reingresa en el hospital y de vuelta a casa, el 14 de febrero, a las 15.40 horas, el teléfono suena. Al otro lado del auricular el doctor García Pajares le anuncia un nuevo intento. A las 17.15 horas recibe la llamada de confirmación y una ambulancia se presenta en su casa para iniciar el camino a Valladolid. Le acompaña su amigo Alfredo. «Él es mi voz y mi vida en ese momento y en todos los días siguientes», confiesa. A las 22.30 horas todo está listo para entrar en el quirófano. Octavio se siente tranquilo, «al contrario que la primera vez». La operación transcurre con normalidad -tiene una gran cicatriz en su cuerpo como recuerdo físico imborrable- y a su término es trasladado a la uci, donde permanece sedado durante las veinticuatro horas siguientes. «El día 16 a las diez de la mañana, al manipularme para lavarme y moverme, me despierto, y tomo conciencia de dónde estoy; me miro y parecía cualquier cosa, menos un ser humano con tubo respirador, sonda nasogástrica y sonda vesical». Le retiran todos los tubos y sondas y pasa a una habitación especial para trasplantados. Pero un problema de drenaje le obliga a «regresar» a la uci. Se teme lo peor: que su cuerpo rechace el órgano extraño y tenga que entrar de nuevo en el quirófano. «No me meta otra vez», le dice al doctor Cítores, que le había operado. Y el médico le responde: «Se me está agotando la paciencia, pero tengo mucha». Octavio recuerda que su cuerpo «era un hematoma desde las rodillas a las axilas» y tuvo que pasar una semana entera en la UCI, pero, afortunadamente, no fue necesaria una nueva intervención. Cuando es trasladado por segunda vez a la habitación de trasplantados la recuperación comienza lentamente: «Empiezo a moverme y a comer alimentos sólidos» y en poco más de veinte días está en casa. Supera el primer control, a la semana del ingreso y luego el segundo a los quince días. Desde entonces, ha hecho «vida normal» siempre bajo la supervisión de la doctora Sánchez Antolín. El jueves superó su última prueba. El día 14 celebrará su primer año de trasplantado con un mensaje de gratitud compartido con la sociedad leonesa. Con el apoyo de la Universidad de León y Caja España, Castellanos ha conseguido reunir en una mesa expertos en donación y trasplantes, como Carlos Fernández Renedo y el doctor Cítores, a representantes de instituciones y organizaciones sociales para que avalen el sistema nacional de donaciones y trasplantes, que ha convertido a España en el primer país del mundo en número de trasplantes gracias a que su tasa de 33,8 donantes por cada millón de habitantes, muy por encima de la europea (18,8) y la de Estados Unidos (25,5).

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