Diario de León

Argentina y Cuba acaparan la emigración leonesa sin recursos para volver otra vez

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A. Núñez - león
León

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Volver para ellos no significa quedarse, sino sólo regresar por unos pocos días -un mes en el antiguo Programa Añoranza de la Diputación- a los pueblos y lugares de la infancia, la mayoría de ya semidesiertos. Durante el tiempo que ha durado el proyecto han vuelto a León un total de 215 inmigrantes ancianos acompañados por cincuenta familiares, de los cuales más de las dos terceras partes llegaron de Argentina y Cuba. Se trata de una cifra insignificante en relación con la población emigrada por miles hacia aquel continente, sobre todo en la raya entre los siglos XIX y XX, pero con un alto contenido sentimental y emotivo para los pocos que han podido tener otro pasaje de ida y vuelta gratuído, aunque ya en la tercera y última edad. Según los responsables de Bienestar Social de la Diputación, ninguno de los que han regresado ha querido quedarse en la tierra de origen, «porque la vida la tienen rehecha allí y la familia también, les vaya mejor o peor». Y tampoco es cuestión de mirar con demasiada nostalgia al pueblo que les vio nacer, donde apenas conocen ya a unos pocos familiares, porque el resto también terminaron emigrando hacia otras regiones españolas, siempre fuera, aunque no tan lejos como ellos. Sólo se conoce un caso de una antigua emigrante a Cuba, ya fallecida, que en su precario regreso prefirió quedarse definitivamente en León, pero no en el pueblo, porque ya no le quedaba familia, sino en una residencia de ancianos dependiente de la Diputación. Todos los demás han vuelto a cruzar el charco de regreso a América, con mayor o menor nostalgia, no necesariamente agravaba por la edad. «Hemos tenido», según las mismas fuentes, «personas de hasta 96 años, digamos que con mucha marcha, entre ellas otra cubana que guardaba las botellas en las comidas y no había quien la parara». Anécdotas y fiestas aparte, el retorno de los antiguos emigrantes seguía un protocolo que procuraba ser sencillo: la Diputación pagaba los billetes de avión de ida y vuelta, tres o cuatro días de estancia en hoteles junto con comidas y celebraciones oficiales y el resto cada cual se las apañaba con sus antiguas familias, previamente contactadas. Sólo excepcionalmente y para aquellos a los que ni siquiera les quedaban parientes en la provincia la estancia de un mes se pagaba al cien por cien en hoteles.

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