Diario de León

Las etnias del «bullying»

Una somera investigación realizada por universitarios de la facultad de Educación demuestra que un menor agredido en casa o en el colegio se convierte en agresor en cuanto se encuentra con alguien más débil

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M. Romero - león
León

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«Todo niño que resulta agredido en su casa o en la escuela, cuando se encuentra con otros más débiles se convierte en agresor», afirma el catedrático de Sociología de la Universidad de León Prisciliano Cordero del Castillo en relación a las conclusiones extraídas por un grupo de trabajo de la facultad de Educación que ha estudiado el fenómeno de la violencia escolar en varios centros de León. Este trabajo partía, entre otras hipótesis, de que la dificultad del idioma para los menores extranjeros iba a suponer una falta de integración y comportamientos más agresivos, cuando se ha demostrado lo contrario. Sí se ha comprobado la tesis de que los escolares de etnia gitana, por la dificultad que entraña su normalización, incluso desde el propio ámbito familiar, practican frecuentemente el bullying contra sus compañeros payos. El sociólogo recalca que el muestreo del estudio no es suficientemente amplio para tomar como irrefutables todas las conclusiones, sin embargo ha aportado datos para el análisis, como la rápida metamorfosis de menor agredido a agresor. Según Cordero del Castillo, «una de las causas [que provoca el acoso entre menores] es el abandono y la despreocupación por parte de los padres. El ambiente familiar influye y si, por ejemplo, hay inestabilidad entre la pareja, se proyecta en la conducta del menor». De los tres niveles de violencia determinados por la Consejería de Educación para clasificar las incidencias de los alumnos, los más graves son el 2 y el 3, en los que se realmente se considera que existe bullying. Se trata de la violencia interpersonal propiamente dicha. La forma más frecuente de agresión es el maltrato verbal y social, como poner motes o dejar en ridículo a alguien. En orden de frecuencia siguen los comportamientos que provocan daño físico (dar patadas, empujar, pelearse), la exclusión social y, finalmente, las amenazas. Un sondeo incluido en el informe del Defensor del Pueblo sobre la violencia escolar, elaborado en los colegios de Valladolid, indica que la conflictividad es mayor en los centros públicos y en las zonas económicamente más desfavorecidas, ya que, «como consecuencia lógica del inadecuado sistema de escolarización, acogen un alumnado más complejo y diverso, con inmigrantes, minorías étnicas, población marginal y escolares con necesidades especiales.

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