Diario de León

El procesado que guardaba el testamento de uno de los suicidas de Leganés confiesa que mintió

Un acusado relaciona por primera vez a la trama asturiana con la célula del 11-M

Los interrogatorios ponen en evidencia varias contradicciones en los testimonios

El acusado Rachid Aglif, conocido como «El conejo», en su declaración

El acusado Rachid Aglif, conocido como «El conejo», en su declaración

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Alfonso Torices - madrid
León

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En la quinta jornada del juicio fueron interrogados seis supuestos colaboradores de la célula que perpetró el 11-M: Rachid Aglif, «El Conejo», y Abdelilah El Fadual -los dos presuntos lugartenientes de Jamal Ahmidan, «El Chino», uno de los siete suicidas de Leganés-, así como Saed El Harrak, Larbi Ben Sellam y Hamid Ahmidan, primo de «El Chino». LA FRASE «Estoy harto de sus gestos», el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, al expulsar de la sala de vistas al acusado Rafá Zouhier por gesticular y hacer señas a su abogado, Antonio Alberca, mientras éste interrogaba al acusado Rachid Aglif. EL PERSONAJE Abdelilah El Fadual, cuyo rocambolesco relato, su acento y la velocidad atropellada con que habla castellano provocó frecuentes risas entre el público y los acusados e, incluso, hizo que el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, y la fiscal Olga Sánchez, no pudieran reprimir una sonrisa. LA ANÉCDOTA Las lágrimas del acusado Rachid Aglif al ser preguntado por la enfermedad de su padre. LA AGENDA El juicio se reanudará el lunes a las 10.30 horas con la continuación del interrogatorio de Rabei Osman El Sayed, «Mohamed El Egipcio», que quedó interrumpido el pasado 15 de febrero para que él y su abogado pudieran escuchar unas cintas en las que supuestamente el acusado reivindica el 11-M. LA CLAVE Todo procesado que quiera convencer a un tribunal de su inocencia debe, a falta de coartada sólida, ofrecer una versión exculpatoria al menos coherente, razonable y firme. Eso es justo lo que no hizo Saed el Harrak, que confesó datos -entre otros, que pasó el día 7 de marzo del 2004 con Abdennabi Kounjaa, uno de los terroristas suicidas- que había negado a la Policía y al juez instructor. Lo que hizo El Harrak fue reconocer al tribunal que las pruebas le tiene acorralado, que su línea de defensa se tambalea y que mintió antes -y puede hacerlo ahora- para no verse implicado en el 11-M. No es una declaración de culpabilidad, pero a buen seguro los magistrados tomaron nota del grave desliz. Por vez primera desde que se inicio el juicio del 11-M, el tribunal oyó una declaración que relaciona de manera directa a Emilio Suárez Trashorras, el supuesto jefe de la trama asturiana que aportó los explosivos, con la célula acusada de los atentados de los cercanías. Fue el testimonio de Rachid Aglif, el Conejo , que confirmó una reunión mantenida el 28 de octubre del 2003 en el McDonalds de Carabanchel entre el ex minero y Jamal Ahmidán, el Chino , jefe operativo del comando que se suicidó el 3 de abril del 2004 en Leganés junto al núcleo duro del grupo. La Fiscalía considera que aquel primer contacto directo entre ambos grupos permitió fijar las condiciones para que los delincuentes asturianos proporcionasen entre enero y febrero del 2004 los 200 kilos de Goma 2 con los que cometieron la masacre. El explosivo, según la investigación y los informes periciales, fue sustraído de la mina Conchita , cerca de Avilés. El Conejo aseguró que en la reunión participaron Suárez Trashorras, El Chino , los hermanos Oulad Akcha -otros dos suicidas de Leganés- y Rafá Zouhier, el presunto colaborador de la célula que puso en contacto a Ahmidán con los asturianos, a los que conocía por haber estado con ellos en la cárcel en el 2001. Dijo que también estuvo presente la mujer de Suárez Trashorras, Carmen Toro, pero aclaró que, como hizo él, se sentó en una mesa apartada del grupo principal desde la que no se oía la conversación. Aglif certificó el encuentro, al que dijo haber acudido sólo como acompañante de Zouhier sin tener datos sobre el contenido de la reunión, y negó haber participado en una segunda celebrada a mediados de noviembre en el McDonalds del barrio madrileño de Moncloa, a la que acudieron los mismos protagonistas de la primera cita más Antonio Toro para cerrar el intercambio de dinamita por droga. Aglif también reconoció que estaba en casa de Zouhier cuando, en septiembre del 2003, le estalló en la mano un detonador de muestra que le había entregado Suárez Trashorras. «Yo no sabía que lo que explotó era un detonador, oí un fuerte ruido y vi que a Rafá le sangraba una mano, pero me dijo que había sido un petardo», se excusó. Cazado por las antenas El juicio por el 11-M ha alcanzado velocidad de crucero. La jornada de ayer permitió el interrogatorio de cinco procesados. Tan alta velocidad a veces se vuelve contra los procesados, que se lían con contradicciones que restan credibilidad a su alegato de inocencia. La fiscal Olga Sánchez considera que Aglif es uno de los hombres de confianza de Ahmidán y pide 24 años de cárcel. El seguimiento a su móvil indica que estuvo en la casa de Chinchón donde se prepararon las bombas, que estuvo en contacto con El Chino durante el traslado de la Goma 2 a Madrid, y que estuvo junto al núcleo terrorista en las horas previas a los atentados. El procesado lo negó todo con excusas vagas e incoherentes.

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