Qué quieren ser: testigos, peritos o testigos-peritos
La de ayer fue la más maratoniana de todas las sesiones del juicio celebradas hasta la fecha. Estamos ya en el turno de los testigos y la sala estuvo oyendo al mismo que cerró la sesión del jueves y a un colega suyo desde las diez de la mañana a los nueve de la noche, con una pausa de dos horas para almorzar y un par de ellas más cortas para tratar de buscar una salida práctica y honrosa para acabar con los bostezos. La cuestión es que estos dos testigos son auténticas enciclopedias vivientes sobre el tema pero está fallando la profesora. La fiscal Olga Sánchez, que fue quien los propuso, les da paso y ellos nos recitaron los sesudos informes elaborados a lo largo de la investigación casi sin pausas para respirar. El presidente, visiblemente incómodo, empezó advirtiendo que los testigos no pueden exponer valoraciones a no ser que actúen también como peritos. La fiscalía entendió el mensaje y presentó a primera hora de la tarde un escrito en el que se acogía a esa fórmula, pero el problema no se resolvió, porque la representante de ministerio público no tuvo a bien prepararse un interrogatorio ágil y didáctico y siguió aburriendo a los muertos. Los abogados se entretenían leyendo el periódico hasta que Gómez Bermúdez les dijo: «Tengan un mínimo decoro y no lean el periódico en estrados». Es más que previsible que la fiscal tenga que pasarse buena parte de la noche en vela para preparar los interrogatorios de hoy. Si no lo hace, lo va a tener crudo.