| Análisis | Los riesgos de un nuevo 11-M |
España, objetivo revalorizado del terrorismo islamista
Es tiempo de aniversarios. Ayer Bin Laden cumplía 50 años. Hoy hace tres que el fantasma se encarnaba en España
Efemérides como estas sirven, inevitablemente, para reavivar el dolor de las víctimas, pero también para que expertos y analistas hagan un diagnóstico y prevenir, en la medida de lo posible, que la amenaza latente del terror islamista se vuelva a consumar. Para ello conviene situar el problema en el contexto global y luego examinar sus efectos más próximos. Parece evidente que el de ayer no fue un cumpleaños triste para ese personaje que pone rostro a la franquicia Al Qaida y que se llama Bin Laden. Según una investigación dirigida por Paul Cruickshank y Peter Bergen, por encargo del Centro sobre la Ley y la Seguridad de la Universidad de Nueva York, los atentados a cargo de terroristas yihadistas se han multiplicado por siete en los últimos tres años. Entretanto, los yihadistas se han introducido en el cuerno de África, tras conseguir un redimensionamiento de las redes norteafricanas vinculadas a la Yihad neosalafista global que luchan por un Magreb Is-lámico. En Afganistán, los tali-banes, que alguien pretendió convertir en una especie en extinción, están cosechando éxitos constantemente en el terreno militar y poniendo en jaque a los efectivos allí desplazados bajo la bandera de la Otan, como acaba de poner de relieve recientemente la muerte de una soldado gallega. Un ex agente del espionaje norteamericano destacado en Pakistán, citado por Peter Bergen, el autor de Osama de cerca, asegura que en la actualidad hay más de 2.000 combatientes extranjeros en esa zona. Si a esto se le añade que la rama iraquí de Al Qaida proclamó recientemente su soberanía sobre la vasta región de Al Anbar, uno de los bastiones suníes en el país, y que los mandos militares norteamericanos ya están planteando la necesidad de «negociar con la resistencia», lo único que le falta a Bin Laden es recuperar el teléfono vía satélite para adoctrinar personalmente a sus muhaydines. Y España, ¿qué? Aquí, el riesgo es mayor que antes del fatídico 11 de marzo del 2004, según Fernando Reinares, investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano. Para llegar a estas preocupantes conclusiones, el ex asesor del Gobierno en materia de terrorismo islamista analiza varios indicadores. Apunta, en primer lugar, el señalamiento de España como blanco por parte de la plana mayor de Al Qaida. Cita el comunicado emitido en julio del año pasado por Ayman Al Zawahiri, el segundo de abordo de Bin Laden desde hace más de una década, en el que cuando habla de la «Yihad por la senda de Alá», dice que hay que liberar toda Palestina y «todo territorio que fue musulmán, desde Al Andalus hasta Irak». Al Andalus Recuerda que Al Zawahiri reiteraba esa fijación con Al Andalus el pasado mes de febrero. Esta vez lo hizo tras una referencia a los grupos y organizaciones yihadistas en la región del Magreb. «Que Alá os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies puros sobre el usurpado Al Andalus», decía literalmente. Reinares llama también la atención sobre la frecuencia y agresividad con la que últimamente se evoca Al Alandalus desde el directorio de Al Qaida. Dice que debiera resultar inquietante desde una perspectiva española porque enlaza con la alusión que el propio Al Zawahiri hizo en diciembre en Al Yazira a la «ocupación española de Ceuta y Melilla», comparándola con las ocupaciones de Palestina por Israel y de Chechenia por Rusia. Otro dato a tener en cuenta, según los expertos, es la acogida que este mensaje ha tenido en las redes yihadistas norteafricanas, especialmente el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) argelino, que se acaba de integrar en Al Qaida.