Diario de León

El explosivo de la mochila de Vallecas no explotó «por un error incomprensible»

Las bombas de los trenes del 11-M son una mezcla de ingenio y chapuza

El terrorista que las montó se olvidó de aislar con cinta los empalmes de los cables Con mucho valor y sangre f

Los acusados siguieron ayer, de nuevo, todas las declaraciones desde la pecera instalada en la sala

Los acusados siguieron ayer, de nuevo, todas las declaraciones desde la pecera instalada en la sala

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J. Á. Fariñas - madrid
León

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Los terroristas del 11-M también cometieron fallos garrafales. El ingenio y la chapuza, la suerte y la mala suerte fueron de la mano en los trágicos acontecimientos que hace poco más de tres años le costaron la vida a casi 200 personas y heridas de diversa consideración a más de 1.800. ¿Por qué no explotaron tres de las 13 mochilas bomba que los terroristas depositaron en cuatro trenes en las primeras horas de la mañana del 11 de marzo? La explicación más clara y convincente la ofreció ayer el testigo protegido número 64.501. Se trata del subinspector del tédax que desactivó manualmente la bomba de la mochila número 13, que alguien recogió en la estación del Pozo, la trasladó -sin saber que era una bomba- a la comisaría del Puente de Vallecas y fue localizada en la madrugada del 12 de marzo. Error o casualidad ¿Por qué no funcionó?, le preguntó la fiscal. «Por casualidad, por un error incomprensible: los empalmes de los cables no estaban debidamente protegidos con cinta aislante. Con cualquier movimiento se pudieron juntar y producir un cortocircuito. Si la energía no llega al detonador, no estalla», explicó el testigo.Precisó que todo apunta a que sucedió lo mismo con las otras dos bombas que tampoco explotaron en los trenes, y añadió que la configuración era la misma en todas ellas. Cuando le preguntaron si pudo ser la misma persona la que montó todas las bombas, no lo descartó. Explicó que hay algo que no cuadra, porque el mecanismo de activación telefónica es «sencillo, pero ingenioso», mientras que la falta de protección en los empalmes de los cables es «una chapuza». Ello permite concluir, según admitió el testigo, que «alguien preparó los teléfonos y alguien -diferente- montó las bombas e hizo los empalmes». Ayer declararon un total de 14 testigos, la mayoría relacionados con el hallazgo, traslado y custodia de la famosa mochila número 13. Después de escucharlos, si algo quedó claro es que la mochila fue encontrada en la estación de El Pozo y trasladada a la comisaría de Vallecas como un objeto más de las víctimas, sin sospechar que se trataba de una bomba. Nadie confirmó la posibilidad barajada en algún momento -para algunos de forma interesada- de que también pasó por las dependencias de Ifema. Furgoneta Uno de los últimos en declarar fue un conserje de Alcalá de Henares que avisó de la presencia de la furgoneta Renault. Lo más novedoso de su testimonio fue que de las tres personas que le resultaron sospechosas, una se dirigió a la estación con una bolsa y una mochila. Ello avala la hipótesis de que un mismo terrorista pudo haber depositado más una bomba y ser visto en distintos trenes. Además, testificaron dos trabajadores de una obra situada enfrente de la estación de Vicálvaro y en la que uno de ellos observó la mañana del once de marzo a un hombre, «ajeno a la obra», que entró en una de las casetas para cambiarse de ropa, prendas en las que después se detectaron restos biológicos del procesado Othman El Gnaoui y de los suicidas Rifat Anouar, Abdennabi Kounjaay Mohamed Oulad Akcha. Precisamente, a este último lo reconoció uno de los trabajadores como la persona que se cambió de ropa en la caseta de la obra.

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