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| Entrevista | Pilar Manjón |

«No vamos a regalar a los malditos ni una sola de nuestras lágrimas»

La presidenta de la Asociación de Víctimas del 11-M describe sus sentimientos durante el juicio, en el que asegura que lo peor ha sido conocer y ver reírse al asesino de su hijo Daniel

Publicado por
Pablo Allendesalazar - madrid
León

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Hace un mes, el primer día del juicio del 11-M, Pilar Manjón se plantó delante de la pecera de seguridad donde permanecen los principales sospechosos de la masacre durante las sesiones. La presidenta de la asociación mayoritaria de afectados por los terribles atentados de Madrid quería mirar a los ojos a los acusados de matar a su hijo Daniel y a 190 personas más en los trenes de cercanías. Desde entonces, el rostro más representativo del dolor y la dignidad de las víctimas no ha dejado de asistir a una sola de las dieciocho jornadas que hasta ahora se han desarrollado del macrojuicio. ­­-«Un rayito de luz tras un largo camino». Lo dijo el primer día del juicio. -Nos había costado tanto llegar a la escalera de entrada que lo valoramos como un gran avance. Parecía que el sumario no acababa nunca de cerrarse. Estábamos con la intranquilidad de que trascurrieran los cuatro años de prisión preventiva y pudieran soltar a los acusados, como ya pasó con Saed el Harrak. -Se propuso que ninguna de «sus» víctimas se viniese abajo en la sala de vistas y, de momento, lo ha logrado. -No le vamos a regalar a los malditos ni una de nuestras lagrimas. Para llorar nos vamos al baño. Luego nos damos el pincel y volvemos a la sala. -Habrá resultado difícil contenerse en muchos momentos del juicio... -Lo peor fue conocer a Jamal Zougam, el asesino de mi hijo, y verle reírse en la pecera . También cuando un testigo contó cómo le vio meter una mochila debajo de un asiento en el tren en que iba Daniel. -¿Cuál ha sido el mejor momento que ha vivido en lo que va de juicio? -Aquí buenos momentos no hay: los hay malos y peores. Aunque alguna carcajada se nos ha escapado por los nervios. Como el otro día, cuando un letrado preguntó a un guía canino si se habían tomado represalias contra su perro. -Se ha propuesto asistir todos los días al juicio. ¿Algún día le habrá costado..? -¡Ninguno! Los de la pecera me tienen que ver allí todos los días. -¿Qué siente al cruzarse con los sospechosos del crimen por los pasillos? -Procuran no salir de la sala hasta que haya salido yo. Pero ni siquiera les vamos a mirar. Para mí son invisibles a la vista. Nosotros no matamos, no somos como ellos. -¿Qué hace cuando llega a casa por la noche? -Suelo desconectar. Intento que el tiempo que compartimos mi madre, mi hijo mayor y yo sea un rato de estar en familia. Aprovecho para llamar a mi hermana y hacerle la comida del día siguiente a mi hijo. Trabaja por la mañana y va a la Facultad por la tarde, porque está haciendo otra carrera. -¿Cómo viven el juicio los demás miembros de su familia? ¿También lo siguen? -Mi madre, la mujer, pues no lo sigue mucho. Mi hijo tampoco. No quiero que vengan ni que salgan en ningún medio porque conmigo basta. En cambio vendrá mi nuera, la novia de Daniel, y su madre, que me llama todos los días. No estoy sola. -Hay quien cree que carga con demasiado peso. -Esto es dar para recibir el doble. Me dicen: pareces una gallina clueca con tus gallinitas. Lo que pasa es que quiero sentirme bien y quiero que mis víctimas se sientan bien. Somos una piña. No hay lágrima que no reciba un abrazo. -¿Se imagina cómo será la mañana siguiente al día en que todo acabe? -Mi futuro lo hago en el hoy. De lunes a miércoles me levanto, me ducho y me voy al juicio. El resto de la semana lo dedico a preparar los interrogatorios de la semana siguiente. Y a ir a terapia y que me digan mis psicólogas que he empeorado otro grado (risas). -¿Pero no tiene la esperanza de llegar un día al final del camino? -No me sentiría resarcida ni aunque se murieran, porque lo que quiero es que vuelva mi hijo. Ya no tengo sueños ni perspectivas. ¡Qué le vamos a hacer!