La agonía cotidiana de la teoría de la conspiración
Tras cinco semanas de juicio oral en las que declararon los 29 acusados y la mitad de los 132 testigos del fiscal, la teoría de la conspiración no ha encontrado ningún sustento sólido
Quien haya tenido la paciencia de seguir el curso de los ríos de tinta que se han vertido sobre los atentados del 11 de marzo del 2004 en Madrid y haya seguido el día a día del juicio que se está celebrando desde el pasado 15 de febrero, a estas alturas puede tener un carajal mental de considerables dimensiones o un monumental cabreo. No es para menos. Lo que se ha dicho y escrito por los gurús de la teoría de la conspiración en la vista oral no aparece más que en los interrogatorios de determinados abogados acusadores/defensores cuya coherencia brilla por su ausencia y a los que constantemente el tribunal les está declarando improcedentes las preguntas. Por si alguien todavía albergaba esperanzas de ver resplandecer «toda la verdad», la pasada fue una se-mana crucial. Media docena de testigos fueron interrogados sobre la famosa mochila número 13 que fue recogida en la estación de El Pozo y nadie se enteró que portaba una bomba hasta que fue inventariada, junto a múltiples objetos más pertenecientes a las víctimas, en la comisaría del Puente de Vallecas. La descubrió al filo de la media noche del mismo día 11 la mano inocente de una agente que prestaba ese día su segundo servicio como policía en dicha comisaría. Ella y los demás testigos aseguraron, sin titubeos, que la cadena de custodia de de 17 grandes bolsas de basura llenas de objetos que llegaron a las dependencias policiales desde la estación, pasando antes por el pabellón número seis de Ifema, no se rompió en ningún momento. Con esos testimonios, la supuesta colocación de esa mochila en las dependencias de la comisaría por una mano interesada en crear pruebas falsas se ha desvirtuado. Pruebas amañadas Con gran pesar para algunos esa era la piedra angular de la teoría de las pruebas amañadas, la más sólida de las que manejan los valedores de la conspiración. Su interés radica en que de ahí salieron las pistas claves para la investigación que se condensa en los 93.000 folios del sumario y que ahora se sustancia en este juicio. Si se lograse desvirtuar, las demás podían ir cayendo por el efecto dominó. Suicidios inducidos Otro de los supuestos agujeros negros del sumario estaba en el piso de Leganés. Alguien llegó a decir que lo que ocurrió allí en la tarde-noche del 3 de abril fueron suicidios inducidos. Hubo incluso quien fue más allá diciendo que los cadáveres los había colocado allí. Todo ello con el fin de ocultar la verdadera autoría de los atentados. Después de escuchar a varios testigos presenciales directos, concretamente el del jefe del comando policial de los Geos que asaltó la vivienda de los terroristas en Leganés, ¿quién se atreverá a repetir esas elucubraciones?