Diario de León

Ambulantes sí, ambulancias no

Apenas un par de puestos regentados por familias gitanas se instalaron en el tradicional mercadillo de los jueves de Cistierna, que registró un notable descenso en la actividad

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Miguel Ángel Zamora - cistierna
León

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A las diez de la mañana, el Tío Gira y su ranchera azul se mueven con brío por los aledaños de Eras de Renueva, a la altura del cruce con la carretera de Carbajal. Setenta kilómetros más arriba de la capital, los congéneres del patriarca del pueblo gitano en Cistierna, han hecho mutis por el puerto. Es día de mercadillo. En Oviedo también, y hay menos riesgo de que algún intrépido quiera probar cómo suenan las palmas en la cara y el día no está para flamenco. Toda la moda en la primera planta reza simpático el slogan de un puesto en la esquina. Cualquier sesión semanal normal sumaría una decena de tenderetes con acento romaní. Apenas dos valientes se atreven a probar suerte esta vez, y la calle se llena de cemento. Para ofrecer dos camisas a 15 euros, la sonrisa es generosa. La cámara delata que lo que mueve al interlocutor no es Ralph Lauren precisamente, y entonces el gesto cambia. «No soy de aquí, venimos de fuera y... ya ves lo que hay. Hoy no vendemos un clavel. En esta historia, las dos partes tenemos justos que pagan por pecadores, y si eso es lo que nos toca, porque lo manda el Señor, pues lo aceptaremos como venga, pero es una pena». Unos metros más arriba, la calle Riaño homenajea a la localidad cuasi vecina, y Luis ya tiene en el libro de las anécdotas el atropello que sufrió a ruedas del coche de la Guardia Civil, en los tumultos de los juzgados del pasado lunes: «Me hace gracia que nos llamen racistas ahora. Aquí hay una familia de chinos, y no ha habido ningún problema con ellos, y ahí tienes a los negros, que no dan un ruido y nadie les molesta. ¿Quién es el racista, entonces?». Por la calle, el personal anda con un palo de billar metido por las hombreras y el turbo en los zapatos. Sólo hay corrillos, y todas las películas que se cuentan, llevan escrito el mismo guión. El miedo es libre y en Cistierna anda suelto. Cuando se inspira un poco más fuerte de la cuenta el aire de la montaña, entra una cuchilla de afeitar por la nariz. En el bar, hasta la barra se sobrecoge. A la hora del vino, la televisión empieza a escupir para el país entero el testimonio rabiado de los vecinos que han perdido a un amigo, a un familiar, o simplemente a un paisano, y el silencio se clava en los huesos. Una voz en off cuenta desde dentro del plasma que también está marchita la flor de la raza calé, pero tampoco hay respuesta. Camino de la calle, el repartidor de cupones cede el paso. Que Dios reparta suerte... «Hoy no vendemos un clavel, pero esto es lo que nos manda el Señor y hay que aceptarlo» «De nuestra parte, también estamos los que pagamos justos por pecadores, pero no se puede hacer nada» ANÓNIMO Vendendor ambulante gitano «Con los chinos no hay problema nunca, y a los negros ahí los tienes y no pasa nada. ¿Crees que los racistas somos nosotros?» «Estas heridas se curarán, pero hay que calmar el ambiente, con esta tensión no se puede vivir» LUIS Vecino de Cistierna

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