Gamoneda, poeta cervantino
Una nutrida representación institucional en busca de aplausos arropó con su presencia a un poeta que declaró haberse considerado siempre como alguien «mínimo»
«Yo no he tenido una vida nada fácil, aunque no alcance a ser tan difícil como la de Miguel de Cervantes» ANTONIO GAMONEDA, poeta El día en el que Antonio Gamoneda se convirtió en poeta alcalaíno fue ayer. Día con un sol de justicia y con público expectante en el entorno de la plaza de Cervantes de Alcalá de Henares. La gente se arremolinó en los límites del Paraninfo de la histórica universidad madrileña para aplaudir, principalmente, a los Reyes, pero también a Esperanza Aguirre, presidenta de la comunidad de Madrid, siempre dispuesta al saludo, junto a Bartolomé González, alcalde de Alcalá, que se llevó buenos aplausos de los que suelen acercarse a este tipo de actos. El rector de la universidad, Virgilio Zapatero, y la ministra de Cultura, Carmen Calvo, completaron la presidencia de un acto en honor de un autor que, en su línea modesta de siempre, se consideró como un alguien «mínimo». El protocolo exigía máximo orden y funcionó a la perfección. Hasta que sonó el himno español todo fueron exigencias de control y máxima seguridad, algo que delataba la A-2 a la entrada de Alcalá por el férreo control establecido. La llegada, poco antes, del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, también desató el entusiasmo de parte del público, pero fueron los reyes don Juan Carlos y doña Sofía los encargados de recibir la mayor parte de parabienes de la multitud. Cada poco sonaban ráfagas de aplausos. Dentro del patio del Paraninfo, las autoridades y máximas representaciones del mundo empresarial, económico, cultural y académico intentaban hacerse un hueco entre la multitud para llegar a la hora a su lugar. De hecho, algunos, como le ocurrió a la consejera de Cultura de la Junta de Castilla y León, Silvia Clemente, tuvieron que esperar pacientemente para salvar el cordón humano espontáneo, y luego el policial, para pasar a la zona de los invitados. Juan Vicente Herrera, presidente de la comunidad, llegaba a tiempo después del obligatorio paso por la fiesta de Villalar. Emocionado pero tranquilo Era el día de homenajear a lo grande a un Antonio Gamoneda, visiblemente emocionado ante tanto abrazo sincero, del que don Juan Carlos acertó al definir como «una voz lejos de clasificaciones», del que remarcó su ética total de escritor y del que recordó su labor de «impulsor de poetas jóvenes». Rogelio Blanco, director general del Libro, o César Antonio Molina, homónimo del Instituto Cervantes, o autores leoneses como Luis Mateo Díez, junto a un inacabable número de personalidades entre autores, políticos, críticos y expertos, fueron de los que quisieron estar presentes en un acto que tuvo la enormidad de lo que supone un galardón máximo en literatura de habla hispana. La vieja Alcalá de Henares, a ritmo de ciudad urbana, abrió un hueco así para escuchar la palabra de Antonio Gamoneda, con el discurso que prometió y en un tono pausado que le hizo justicia. Historia y modernidad vivían ayer fundidos de la mano del poeta asturleonés el día en el que, además de ser el mejor poeta de su barrio, se convirtió en parte del corazón cultural de una ciudad cervantina en la que Antonio Gamoneda volvió a ser magistral al hablar de su ciudadano más ilustre, Miguel de Cervantes Saavedra. Entonces, la prensa latinoamericana insistía en preguntar cuál era ese barrio de León del que había salido un escritor tan grande. En pleno calor primaveral, la mejor respuesta era que Antonio Gamoneda siempre había vivido, entre Asturias y León, en el barrio de la poesía.