Rodríguez Zapatero elogia la obra del autor asturleonés como «intensísima, emocionante» y de «carácter fundacional»
Gamoneda recibe el Cervantes con una íntima reivindicación de la pobreza
Sonriendo, junto al rey don Juan Carlos y doña Sofía, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue Antonio Gamoneda la imagen del día. Resumía esta instantánea un acto en el que el poeta, nacido en Oviedo en 1931, ponía el colofón a unas semanas en las que se preparaba lo que es el acontecimiento más importante de las letras hispánicas: el premio Cervantes a una trayectoria poética de tanta consistencia que a medida que pasa el tiempo el premio es más merecido. Tal vez, por eso, el discurso con el que Antonio Gamoneda recompensó a los que le homenajeaban estuvo cargado de hondura y de preparación. Con una suerte de paralelismos en los que, al final, el autor de El libro del frío, amagó, o quizá sugirió a la imaginación de los presentes, qué hubiera sentido Miguel del Cervantes un día como el de ayer. Paralelismos también utilizó para acercar la miseria del autor del Quijote y su influencia en la obra, al recordar que cuando era niño leía un solo libro del que era autor su padre. Antes de entrar en los fríos años del barrio del Crucero de León en los que oyó la revancha en el grito de mujeres que lloraban el secuestro final de sus maridos. Ayer, Alcalá de Henares, subía a lo más alto la obra de un poeta total. Y el ambiente, al escucharle, con voz clara y muy templada, era de los que sobrecoge al creer en su palabra. Dejaba frases eternas, más que lapidarias, al hablar de la «cultura de la pobreza» como un hecho condicional. Así, la poesía social, la que trata sobre la injusticia, o la necesidad de liberación, una de sus armas, fueron algunas de las claves para seguir un discurso que fue atendido con especial atención por los asistentes. Como no podía ser menos, Antonio Gamoneda se sumaba a la nómina de los Cervantes, que desde 1976, en una nota apabullante, premia la labor de autores universales en lengua hispana. Desde José Hierro, a Antonio Buero Vallejo, pasando por Octavio Paz, Juan Carlos Onetti, o Miguel Delibes, hay un nuevo nombre, de vieja poesía, que con obras como Arden las pérdidas o Descripción de la mentira cobra la figura merecida de clásico. Lo fundacional Gamoneda tuvo ayer, como no podía ser menos, todo el reconocimiento. Pero si hubo uno especial, fue el corrió a cargo del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, conocedor de su obra y del que afirmó que esa cultura de la pobreza, aludida por el premiado, en ocasiones, «tiene el carácter de lo fundacional». Y sí algo hay de fundacional en la obra de Antonio Gamoneda es, como relató, su intención de contar desde lo más adentro su experiencia, que, en su caso, es la de una persona que conoce desde niño la existencia de la injusticia. Así, el galardonado jugó con la espiral de pobreza en la que desarrolló su vida el escritor que le da nombre al premio que ahora recibe. Y encontró constantes que casi asemejan, salvando los siglos, a una vida y otra. Y encontró, asimismo, que ese punto de inicio en el que la vida se hace miserable, lleva a una obligación a lo subversivo. Aunque, siempre, por lo que dijo y cómo lo dijo, sus palabras estén cargadas de poesía, que es realmente por lo que ahora recibe el premio Cervantes. La represión Y con Cervantes encontró similitudes para remarcar su propia vida. Lo hizo, Gamoneda, como siempre, como si contar la verdad fuera su única meta. Ese encontronazo con la realidad en la que descubrió, por ejemplo que «mi primera información sobre la vida civil consistió en advertir la horrible represión en el barrio más tristemente obrero de León, y es verdad también que, al día siguiente de cumplir catorce años, a las cinco de la mañana, yo estaba cargando carbón en la caldera del extinguido Banco Mercantil y que, a esa misma hora, mi madre, desde otra hora lejana del día anterior, inclinaba más de la cuenta su cabeza sobre una máquina Singer. Pero, dentro de la cultura de la pobreza, ¿quién soy yo al lado de un François Villon, de un César Vallejo o de un Miguel de Cervantes?», relató.