Diario de León

REPORTAJE | UN SÁBADO CON...

Candidato Riesco, ciudadano Carlos

Toma café, abandona la corbata y puede que no se afeite, presume de las lechugas de la huerta de su suegro, dejó la bicicleta y lo de ensayar con la tuna casi le es imposible

Riesco se cruza con su profesora de Arte, de sus años en el San Ignacio

Riesco se cruza con su profesora de Arte, de sus años en el San Ignacio

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Manuel Félix - ponferrada
Ponferrada

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Son las 11.15 de un sábado soleado en Ponferrada. El candidato del PP Riesco y a la vez ciudadano Carlos aparece en la cafetería donde quedamos sin corbata y con vaqueros. Entre los primeros sorbos de café dice que cuando libra no se afeita y, como todo el mundo, trata de relajarse haciendo justo lo que las obligaciones diarias de la alcaldía le impiden. El sábado es uno de sus pocos días ligeros de cargas. Suele tomar café con su esposa y va a buscarla a la tienda. Ya no puede echar las partidas de subasta que antes tenía, y lo de ensayar con sus amigos de la tuna va por rachas, aunque siempre hay una bodega a mano «para no molestar». Lo de andar en bicicleta, decididamente lo dejó, después de fastidiar una muñeca al caer al suelo por culpa del omnipresente teléfono móvil. El hasta ahora alcalde sabe lo que vale un café y también un agua. Lo comprobé, porque pagó él la ronda. Alguna vez va al supermercado a comprar y lo cierto es que las señoras, cuando lo ven, se dan la vuelta medio asombradas. Suele tomar algún vino con su cuñado y presume de las lechugas de la huerta que su suegro tiene en Congosto. Aunque es sábado y trata de llevarlo con más calma, su agenda laboral es implacable y hasta hay días como éste por la mañana que tiene que firmar papeles. Eso sí, ese día el teléfono descansa, y Ciudadano Riesco también. Salimos de la cafetería y contabilizo cuatro saludos, justo el mismo número de personas que estaban en el recinto. Enfilamos a pie desde la plaza del Ayuntamiento por la calle del Reloj sin rumbo fijo. Los «holas» y los «hastaluegos» no paran de lloverle al alcalde, y pude comprobar que, al menos la gente con la que nos topamos, le quiere. Bajamos por el Rañadero y pasamos de largo en la casa de Nino Cubelos, que al verle sale a la calle a saludarle casi en estampida: «¿Un rabito de pulpo?», invita. Pero seguimos. Apenas podemos caminar, porque cada dos o tres pasos, o un saludo o una mini parada. Un policía, de esos que antes se llamaban «de la Secreta» también se pone a despachar con él en plena calle. Desde los coches Y seguimos. Los abrazos y los saludos, tipo fraternal, se suceden delante de la cafetería Universal. Al cruzar la calle, por la ventanilla de un Audi saca la cabeza una joven y muestra en alto su dedo pulgar en señal de aprobación. «Alcalde, si no fuera porque lo estoy viendo, le diría que esto está preparado; todo el mundo le quiere», le espeto. Y él, echa una carcajada y me dice lo cabritos que somos los periodistas. Me pregunta si prefiero pasear con él por el mercado o seguir por otras calles. Lo someto a la prueba del mercado y aquello fue la apoteosis del saludo afable. Ni una crítica sentí. Un señor que decía haber llegado de Tarragona felicitaba a Riesco por la limpieza de la ciudad. Todos se le acercan y le comentan cosillas. Salgo medio embriagado de calor humano del mercado y seguimos para bingo. Le para por la calle su profesora de Arte, le pita desde el coche el alcalde de Sobrado y le suena su móvil-PDA con un mensaje de su sobrino, que le anima a bajarse de Internet la música de un grupo chileno llamado Las 4 brujas . Hemos recorrido juntos 2 kilómetros a pie y no me topé una crítica. Seguro que habrá quien no le quiera, pero ese sábado no fue así. «En la calle, con la gente, es donde se ven las cosas para luego solucionarlas» CARLOS LÓPEZ RIESCO

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