| Reportaje | Recepción real en San Marcos |
León jura a la Reina fidelidad de por vida
Doña Sofía se lleva la mayor ovación de la tarde en los aledaños del Hostal de San Marcos, convertidos en una pasarela de personalidades y caras conocidas
A veces la vida ofrece más clarividencia a los ocho años y con un metro escaso de estatura que superada la madurez, cuando ya no hacen falta ir de puntillas para mirar por encima de la valla. -¿Quién viene? -Los Reyes y el Príncipe de tu país. -De mi país, no, que yo soy argentina, pero voy a quedarme a verlos. Dos horas después del cruce verbal, la comitiva real hizo acto de aparición. Y allí siguió la pequeña. Y por allí apareció la Reina, cercana, cálida, singular. Por orden del protocolo, tocaba girar hacia San Marcos. Por impulso del corazón, enfiló camino del punto desde el que la multitud jaleaba su llegada con una ovación a la altura de las circunstancias y de la destinataria. Carisma. No se ve, pero se nota. Y la Familia Real lo tiene. Quizá por eso las cámaras de Caiga quien caiga pasaron medianamente inadvertidas hasta que llegaron el Rey y el sucesor, y entonces el objetivo fue común, pero las palmas se dividieron. En el aplausómetro de San Marcos, ganó la abuela de la Infanta Sofía. Amilivia llegó con Penas, el rector. Francisco Fernández con Villalba, el opositor. Y en medio de tanto trasiego, invitados a una boda de fecha traviesa, trataban de hacerse hueco en el día más feliz... para una niña argentina.