Diario de León

DACIO GUTIÉRREZ

«Antes en el pueblo había el doble de bodas que entierros»

«A Isabel Carrasco le di yo catequesis y la primera comunión. Quería hacerla a los seis años y medio, no pudo ser y agarró ya de aquella un berrinche terrible, pero no lo ponga usted»

Dacio Gutiérrez, de Lugueros y jubilado en Santibáñez

Dacio Gutiérrez, de Lugueros y jubilado en Santibáñez

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A. NúñezA. Núñez - leónleón
León

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Dacio, nacido en Lugueros hace 82 años, «y no pongas que en Valdelugueros, porque no es lo mismo», pasa por ser uno de curas más habladores de la residencia de la tercera edad de León, donde habitan otro medio centenar como él, aunque no todos tan veteranos. Se sabe de memoria la historia de la Dama de Arintero, sobre la que ha escrito un libro, y dice haber pasado de todo en la vida, incluso catequizar a la nueva presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco, que no pudo ir de primera comunión a los seis años y medio y agarró, ya de aquella, un «berrinche tremendo». -¿Cómo llegó hasta aquí? -Empecé a prepararme para cura en zona roja, allá en 1937, y entre en el seminario de León en 1939. Salimos curas un total de 19 en marzo de 1951 y nos ordenó el obispo Armarcha con mucha solemnidad. Los que quedamos todavía procuramos reunirnos el 10 de marzo de cada año. -¿Cuándo pasó los peores y los mejores momentos? -Seguramente cuando 1943-44. Había pasado la guerra, pero eran los peores años del hambre. Luego me destinaron a Cuénabres, en el partido de Riaño, y de ecónomo de Casasuertes cuando inauguraron el parador. En la Serna del Río Carrión (Palencia) estuve también y en Villacalbiel, al lado de Villamañán hasta acabar en Santibáñez, junto a Lorenzana, donde me quedé exactamente 41 años y cinco meses hasta jubilarme el 6 de agosto de 1999. -Imagino que la vida de un cura de pueblo cambió mucho en tantas décadas... -No se lo puede usted imaginar, pero eso mismo le ha pasado a los pueblos, que también se han ido vaciando. Santibañez, por ejemplo, tençia 700 vecinos y yo oficiaba cinco o seis funerales al año y el doble de bautizos y bodas. Hoy queda la mitad de gente y hay el doble de entierros. Por cierto, a Isabel Carrasco la tuve yo en la catequesis y le di la primera comunión. Eran tres hermanos que iban a la escuela muy bien preparados. Ella quería comulgar a los seis años y medio, pero no podía ser y agarro un berrinche terrible. Esto último no lo ponga usted, pero lista no puede ser más y conmigo, ya de mayor, siempre se ha portado muy bien. ¿Sabía usted que tiene un primo cura en el Vaticano con un buen puesto? -¿Los curas del futuro van a pasarlo peor? ¿Se lo imagina? -Es distinto. Se dice que ahora las vocaciones están en crisis y puede ser. La verdad es que antes las familias eran más numerosas y desde mi pueblo salieron misioneros para todas las partes del mundo. ¡Qué se iba a hacer! Estudiar en los seminarios era una opción de vida en un momento que había poco para elegir. Eso lo sabe cualquiera que haya pasado de cierta edad. Si no querías quedarte de pastor en el pueblo tenías que hacerte guardia civil o cura. Así de claro. -Le preguntaba por el mañana... -No lo sé, porque estamos en otro ambiente. Entonces por no haber no había ni televisión y ahora las prácticas religiosas son distintas. No hay niños en la catequesis ni se visita a los enfermos ni se ve a los curas jugando la partida, porque hay tan pocos que no quedan compañeros. Supongo que la pastoral para recuperar a la gente tendrá que renovarse, porque el concilio Vaticano II de los años sesenta se quedó corto en los cambios. Otras cosas, sin embargo, permanecerán en esencia y serán las de siempre. Nacido en Portilla de la Reina y con 75 años a sus espaldas Benjamín Domínguez mantiene la mente lúcida en una residencia de colegas jubilados donde predominan las añoranzas. Al contrario que la mayoría de ellos él siempre ha trabajado de profesor en el seminario, aunque, añoranza por añoranza, si a los demás les faltan feligreses él se quedó sin estudiantes. -¿Qué recuerda de sus primeros tiempos? -Entre en el seminario menor con once años en 1944 y éramos más de cien en el primer curso. Luego fui profesor, estuve un tiempo perfeccionándome en Salamanca, regresé y teníamos cerca de quinientos seminaristas, nada que ver con lo de ahora. ¿Qué ha pasado? Ha habido un cambio profundo en la sociedad. Antes la Iglesia tenía más apoyo social, pero probablemente se llegó al pico cuando el concilio Vaticano II, a mediados de los años sesenta. -¿Qué ha cambiado en los seminarios? -Lo primero que ya casi no hay gente. No se parece en casi nada. Ahora se entra a los 18 años o más con el bachillerado ya hecho y se empieza a estudiar filosofía y teológía, que es como cuando nosotros llegábamos al seminario mayor. En estos momentos tenemos seis o siete alumnos en media docena de cursos, unos con tres jóvenes y otros con ninguno, así que la enseñanza no puede ser más personalizada. Las clases se dan en un despacho, no hacen falta aulas. -En compensación, habrá menos abandonos... -Es lógico, porque tambiñen la gente llega más madura. La vocación se cultiva en las familias, en las parroquias y en escasos movimientos juveniles, mientras que antes era algo casi masivo. Esa puede ser la principal diferencia respecto a tiempos pasados. ¿Disciplina? No tiene nada que ver con aquellos internados. Más bien hay que mimar las vocaciones. -¿Cómo va a ser el futuro de los seminarios? -Si ahora la gente nos llega con el bachillerato ya hecho, imagino que en el futuro lo hará con veinte, veinticinco o treinta años o más tras una relativa experiencia en la vida. Son cosas que vienen con los nuevos tiempos y en la juventud temprana es cada vez más difícil captar seminaristas. ¿Si contrasta con lo antiguo? Esa puede ser la realidad próxima.El 85

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