| Crónica | Las 48 horas más tensas |
Una agonía que levantó un país
Una década después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, la detención de los autores, un sumario y una sentencia permiten reconstruir todos los pormenores de lo ocurrido
Miguel Ángel Blanco fue secuestrado y ejecutado hace ahora una década. Sin embargo, toda la verdad y la crudeza de lo que ocurrió durante aquellas 48 horas sólo salieron a la luz hace un año, cuando sus asesinos se sentaron en el banquillo. La verdad judicial y un extenso sumario permiten completar con mayor rigor el recuerdo de aquellos dos días que conmocionaron a España. La tragedia comienza a gestarse cuando Xabier García Gaztelu «Txapote» se muda en junio de 1997 a Eibar junto al resto de su comando Donosti, su novia Irantzu Gallastegi «Amaia» y José Luis Geresta Múgica «Oker». Txapote había recibido la orden del entonces jefe militar de ETA, Javier Arizkuren «Kantauri» de secuestrar y matar en 48 horas a un desconocido concejal del PP en la localidad vizcaína de Ermua. ETA proporciona al talde un piso franco seguro: la casa en Eibar de Ibón Muñoa, un ex concejal de HB de confianza. Los terroristas tardan una semana en confirmar sus informaciones: el concejal trabaja como economista en Eibar, el edil va siempre en tren desde Ermua y vuelve a casa para comer. Txapote lo tiene decidido: el secuestro será el 9 de julio por la tarde. Sin embargo, ese miércoles Blanco no aparece. Los etarras vuelven el jueves. A las 15:30 horas, se baja del tren y camina distraído hacia su oficina. Amaia se acerca por la espalda y encañona en los riñones al concejal. Blanco no se resiste. A las 17:30 horas de ese jueves, una llamada a «Egin» reivindica el secuestro y comunica el ultimátum: a las 16:00 horas del sábado Blanco será asesinado si no se trasladan todos los presos de ETA a cárceles de Euskadi. La incógnita Diez años después, la misma incógnita sigue sin despejarse. ¿Dónde mantuvieron secuestrado a Blanco durante esas 48 horas? Quizás, en un caserío cerca de Lasarte, quizás en un maletero de un vehículo, quizás en un zulo que nunca ha sido descubierto... A las 19:00 horas, el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, moviliza a todas las fuerzas de seguridad para buscar el escondite. Centenares de agentes baten las cercanías de Ermua. Pero nadie ha visto nada. Mayor se reúne con José María Aznar a las 20:00 horas. El jefe del Ejecutivo es tajante: «El Gobierno no va a ceder al chantaje». En cualquier caso, es imposible trasladar a más de medio millar de presos en 48 horas. Para entonces, las calles de Ermua se llenan de miles de personas que pasan la noche en vigilia. En otros muchos puntos de España comienzan también tímidas manifestaciones espontáneas. El viernes la movilización alcanza todos los rincones del país. El Papa, la Unión Europea y Naciones Unidas se unen al clamor. A mediodía, decenas de miles de personas se concentran frente a los ayuntamientos. Las televisiones reemplazan sus logotipos por un lazo azul. Con la caída de la tarde, las movilizaciones se multiplican de manera espontánea. Sólo en Madrid, 50.000 personas hacen vigilia en la Puerta del Sol. El Gobierno no descansa. Aznar da luz verde la noche del viernes para contactar en Santo Domingo y en Francia con el entonces jefe del aparato de interlocución de ETA, Eugenio Etxebeste «Antxon» y con el ex jefe etarra encarcelado Francisco Múgica «Pakito». Los terroristas no ceden. De rodillas El sábado, el día que expira el ultimátum, España es un clamor. En Bilbao se dan cita medio millón de personas, en la mayor manifestación que ha conocido nunca el País Vasco. Pero los gritos no llegan a los oídos de Txapote. Minutos antes de las 16:00 horas, los terroristas llevan a Blanco, metido en el maletero del coche, hasta una arboleda en Lasarte. Amaia se queda en el automóvil. El edil, con las manos atadas con unos cables, camina unos pasos. Geresta sujeta a la víctima. Txapote desenfunda su arma, una pistola del calibre 22, demasiado pequeña para una ejecución. Txapote, «con el arma encima de la piel», según los forenses, le dispara en la cabeza. El primer minúsculo proyectil no causa más allá que una fractura ósea en el cráneo del concejal, que ni siquiera pierde la conciencia. Los verdugos se ponen nerviosos. Obligan a Blanco a ponerse de rodillas. Txapote realiza un segundo disparo, también a «cañón tocante», por debajo de una oreja. Esta vez sí es mortal, aunque el concejal agonizará hasta las 23:00 horas en el hospital Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián.