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Patata, remolacha, maíz, alubia o alfalfa son algunos de los cultivos de regadío más afectados en la comunidad

La imaginación, arma contra los topillos

Los agricultores tiran de trampas tradicionales para intentar salvar sus cultivos

Publicado por
Juan López - redacción
León

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Dicen que es una de las peores plagas que se recuerdan en el campo regional. Esta vez no se trata de la sequía ni las fuertes tormentas que suelen descargar en la primavera o los primeros días del verano. Ahora, como si fuera una maldición bíblica, es un pequeño animal, torpe pero invasor, el que se lleva la ilusión y los cultivos de miles de agricultores. Un viejo conocido que ya acampó por las tierras de la comunidad, pero no con tanta furia, y que este año se ha hecho imbatible: el topillo. Los agricultores no recuerdan algo así, y es que, el problema ya no sólo se encuentra en el campo, sino también en los cascos urbanos de los pueblos, en pleno contacto con personas y animales del medio rural. «No podremos aguantar los 100 días de verano porque la gente ya está desesperada. No sabemos qué hacer y los topillos ya no sólo estropean los cultivos, sino que los tenemos en las casas», señala Juan José Llorente, cultivador de patatas en Tornadizos de Ávila, muy cerca de Arévalo, zona muy afectada de la comunidad y que llora las pérdidas que ellos ya consideran «catastróficas». Para intentar frenar, al menos en parte, la plaga que afecta a las parcelas de varias comarcas de la autonomía, cada agricultor utiliza su imaginación para acabar con el máximo número de topillos, aunque reconocen que es una labor «tan compleja», que ni siquiera saben si servirá de algo. Juan José es propietario de una explotación de patatas y relata a la agencia Ical que cada mañana, cuando va a regar las patatas, se deshace de cientos de ratones muertos y ahogados por sus trampas tradicionales y realizadas con mucho ingenio: la imaginación agraria. «De que sirve que yo mate todos los días mil ratones, si hay millones. Sabemos que no vamos a acabar con la plaga, pero cuando una persona ve cómo los ratones se llevan las patatas, se siente impotente y hace lo que sea», comenta, mientras enseña varios roedores ahogados. Llorente señala que cultivar una hectárea de patatas cuesta 3.500 euros. «Esto es la ruina, porque muchas de estas patatas ya están roídas y los almacenes ya no te las compran», se lamenta Juan José, quien de un rápido movimiento se deshace de cuatro o cinco roedores que se pasan entre las piernas, sin ningún miedo al golpe que van a sufrir con el azadón. Armas ingeniosas Juan José ha ideado varias trampas que, aunque puedan parecer rudimentarias, entrenan el ingenio al más alto nivel. «He colocado alrededor de la parcela varias zanjas cubiertas de plásticos y llenas de agua. Así, cuando el topillo se acerca a beber agua, no puede subir con el plástico y se ahoga», precisa. De esta forma acaba a diario con más de un millar de ratones. Además, también coloca garrafas cortadas a la mitad y llenas de agua a ras de la tierra, donde los ratones también caen. Nadie saben quién empezó a emplearlas, pero lo cierto es que la voz se ha corrido como un reguero en zonas como La Moraña abulense o las tierras de Medina del Campo, en Valladolid y en general por toda Tierra de Campos y ya se cuentan por miles las garrafas cortadas en las parcelas de localidades como Madrigal de las Altas Torres, Horcajo, Fresno, Carpio o Bobadilla. El secretario regional de la Unión de Pequeños Agricultores, Julio López, explica que los agricultores «lo intentan todo para terminar con los ratones» y muestra su convencimiento de que el animal contra el que luchan no es un topillo común, dada su capacidad de reproducción. López asegura que, una vez que los cultivos de secano ya se han segado, los topillos «han buscado alimento en los regadíos», algo que ha perjudicado «gravemente» a la patata, la remolacha, las alubias, el maíz o la alfalfa. Los agricultores denuncian que las cunetas de los caminos y carreteras están sin limpiar, lugar donde los topillos tienen sus mayores reservorios. «No entendemos porque todos los años se limpian, y este, que es el que más inmediatez e importancia tiene, aún están llenas de hierbas y sucias», apunta el secretario regional de la UPA. Cerrar las parcelas La imaginación en el sector ha llegado a tal punto que un agricultor de la localidad de Bobadilla del Campo, en el sur de Valladolid, ha cercado una parcela de nueve hectáreas de zanahorias. Javier Villanueva ha colocado una valla de plástico duro alrededor de la parcela, a lo largo de 1,6 kilómetros. El invento está hundido cinco centímetros en la tierra y 30 centímetros superficiales. «Parece que entran menos topillos, pero aún así los tenemos dentro aunque esté todo lleno del veneno autorizado. No se si nos dará rendimientos, pero lo que no podemos es quedarnos de brazos cruzados porque nadie nos da ninguna solución y nos tenemos que buscar la vida», subrayó. Javier detalló que en su explotación tiene parcelas con daños del 80 por ciento y calcula sus pérdidas en más de 30.000 euros en cultivos de secano. Este agricultor de Bobadilla ha recurrido a medidas «más desesperadas». «En una de las madrigueras metí gas con una bombona de butano y prendí una cerilla. En un momento salieron llamaradas por varios agujeros y con topillos chamuscados. De verdad que es muy desagradable, pero no sabemos qué hacer», lamenta. Villanueva relata que por las mañanas, muchos agricultores juntan todos los topillos muertos de por la noche para enterrarlos todos en un mismo sitio. «Todas las mañanas tenemos montones espectaculares». «De que sirve que yo todos los días mate mil topillos si hay millones atacando cultivos» JUAN JOSÉ LLORENTE, agricultor

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