Diario de León

Josefina y Armonía vencen una distancia de cincuenta y tres años

Margarita Alonso, coordinadora del programa de la Escuela de Trabajo Social, con Josefa Marcos Tomé

Margarita Alonso, coordinadora del programa de la Escuela de Trabajo Social, con Josefa Marcos Tomé

León

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Cincuenta y tres años separan a Josefina de Armonía. Las une la necesidad de la anciana de sentirse acompañada, sobre todo por las noches, y las circunstancias económicas y personales de la joven. «Es una situación que requiere mucho coraje», admite Armonía después de un año y ocho meses de convivencia. Ninguna dice que sea fácil, pero han encontrado en la otra «la ayuda y la compañía que necesito», aclara Josefina, y «la experiencia y el ejemplo de una mujer que no se arruga fácilmente, pese a sus años», añade Armonía. Margarita Alonso, profesora de la Escuela Trabajo Social, las puso en contacto a través del programa de alojamiento compartido que estrenó el centro universitario Nuestra Señora del Camino en 1993, al ver que en León «cada vez hay más personas mayores solas» y a la vez un grupo de gente joven con dificultad de acceso a la vivienda. Josefina planteó su necesidad en la parroquia de San Claudio y Armonía buscó el alojamiento alternativo a través de los servicios sociales, orientada por una amiga que conocía la iniciativa de Asturias. La anciana enviudó hace ocho años. No tiene hijos y aunque está arropada por sus sobrinos, prefiere vivir en su casa «mientras pueda», pero se siente más segura acompañada. «Pagar a una señora, con mi pensión, no puedo, así que de esta forma, con mis sobrinos y la teleasistencia, me siento amparada», explica. No hace mucho fue al médico a pedirle consejo: «Doctor, ¿cree que estoy para ir a una residencia?». Le dijo que no, «que mientras tenga la cabeza bien y me arregle -ella misma prepara su comida- mejor estoy en casa». De la convivencia, lo que más aprecia es el apoyo de la joven para salir a la calle: a hacer la compra, a por recetas al médico o a acompañarla a misa de siete a San Claudio. Y lo que peor lleva: su horario nocturno porque la joven trabaja como camarera y costumbres propias de la juventud, como cambiarse de ropa a menudo y ducharse a diario. Para Armonía, de 32 años, la convivencia con una persona mayor tampoco es un camino de rosas, por las diferencias y porque «te limita mucho tu vida social». Ella necesitaría una noche libre más (sólo hay una estipulada). Con las personas mayores, admite, «la ventaja que tienes es que son muy rutinarias y una vez que las conoces es más llevadero». El alojamiento alternativo le ha permitido terminar el bachillerato e iniciar un ciclo de educación infantil a distancia, algo que en su pueblo, Los Barrios de Gordón, no podía conseguir. Igualmente, explica que la convivencia con la anciana «me ha ayudado a disciplinar mis horarios y me sirve de ejemplo» porque Josefina, agrega, «es una persona que se cuida mucho y sé que puedo estar relativamente tranquila». Las dos han firmado un contrato, pero, como señala la trabajadora social, «lo real de la convivencia no se puede escribir».

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