Cinco «palleiros» de Villar del Monte, en la Cabrera Alta, renuevan su cubierta con paja de la Cepeda en dos años
La Junta rehabilita el mejor conjunto de pajares con cubierta vegetal de Cabrera
Patrimonio invierte 60.000 euros para conservar una técnica ancestral en León
Los pajares de Villar del Monte evitan su destrucción definitiva «in extremis». Un programa de rehabilitación llevado a cabo por la Junta, desde la Dirección General de Patrimonio, ha salvado cinco ejemplares de los más de veinte con que cuenta este pueblo de la Cabrera Alta en su periferia, la mayoría en torno a la era donde antiguamente se majaba el centeno. Durante dos temporadas consecutivas, en el 2006, primero, y ahora en el 2007, la administración autonómica ha invertido 60.000 euros. «Es el comienzo de un plan para la recuperación del conjunto de pajares de la era de Villar del Monte», subraya el arquitecto Javier López-Sastre, director de las obras de restauración. Los tejados de paja centenal están apoyados sobre una estructura de madera que también se ha tenido que reponer en los cinco pajares restaurados. Esta estructura tiene sus propios puntos de apoyo y sobre los muros de piedra que constituyen la base de la edificación auxiliar. La técnica utilizada por sucesivas generaciones de cabreireses para ejecutar estos edificios puede decirse que es «sencilla, pero no simple», matiza José Luis García Grinda, arquitecto y autor de la obra La arquitectura popular en León . Parentesco con Canarias Los palleiros, como se llaman en la zona los pajares, cuentan con sólidos muros de piedra, pero quienes los levantaron tuvieron buen cuidado de no hacer caer todo el peso de la cubierta sobre los muros. Para ello emplearon soportes de madera en forma de horcón, sobre los que se apoyan las cerchas. «Esta solución es la misma que emplearon los colonizadores peninsulares en las islas Canarias», explica García Grinda. Los palleiros , particularmente algunos que tienden a formas circulares y usan lajas escalonadas como cortafuegos, también están emparentados con las pallozas de los Ancares en cuanto a sus técnicas constructivas, recuerda Grinda. En tiempos más lejanos, hasta el siglo XIX, las cubiertas vegetales también se usaron para cubrir la casa cabreiresa, pero en el último siglo el uso de la paja se fue limitando poco a poco a las edificaciones auxiliares y particularmente a los pajares. En realidad, forman parte de una gran variedad de edificaciones con cubiertas vegetales que abundaron en el noroeste peninsular. Los catastros dan cuenta de la existencia de casas con cubierta vegetal en Bembibre y Santiago de Peñalba, por ejemplo, hasta finales del siglo XVIII. «En cada pueblo tienen su propia técnica», subraya, Miguel Ángel Rivera, uno de los jóvenes que ha participado en la restauración de los pajares de Villar del Monte y que ha hablado con vecinos de la zona. La paja se ha tenido que adquirir en la Cepeda, el único sitio donde aún se cultivan unas pocas hectáreas de centeno. En la Cabrera hace años que desaparecieron estos campos, con la emigración y la explotación de la industria pizarrera. Pero en el abandono de las cubiertas de paja también fueron determinantes los impuestos introducidos por la administración. Por ello, ahora a los vecinos les resulta más difícil comprender que lo que un día fue denostado ahora tenga tal valor que la administración se tome el interés de invertir dinero público en su recuperación. «Han cambiado mucho los tiempos», dice un vecino, que recuerda cuando cubrió su pajar hace casi medio siglo. Todos los años se hacían pequeñas labores de conservación, pero las cubiertas eran duraderas. LOS COSTES Y LOS MATERIALES DE LA RESTAURACIÓN Año 2006 Año 2007 «La mayor concentración de pajares se produce en la Cabrera Alta, Villar del Monte y Corporales, y en otros de la Cabrera Baja, como Marrubio, Castrillo y Silván» JOSÉ LUIS GARCÍA GRINDA, arquitecto