«Como se tardaba tanto, los vecinos nos cubríamos unos a otros»
Tres meses y medio de trabajo ha supuesto la segunda fase de la rehabilitación de las techumbre vegetales en Villar del Monte, algunas de las cuales cubren más de un pajar, reconoce Miguel Ángel Rivera. El trabajo ha dado pie para que los vecinos aportaran también sus conocimientos del pasado a la reconstrucción. Ángel, uno de los vecinos, recuerda que esta labor se realizaba en septiembre «cuando estaban los pajares llenos». Para ello, guardaban la mejor paja después de la maja y nunca le quitaban la espiga (que aún se puede ver en el interior de algunos pajares bajo las techumbres). El hombre recuerda que «no todos los años valía la paja» porque es necesario que «sea alta» para hacer bien los atados del techado. Para hacer el trabajo, primero metían la hierba en el pajar y encima de ella la paja, sobre la cual se subían para retechar. Una estructura pobre de troncos y ramas de roble servía para hacer el armazón de la cubierta. Ni siquiera quitaban la corteza. La cubierta se hacía a dos aguas, muy volada sobre el muro y con mucha pendiente con la finalidad de que el agua y la nieve resbalaran y no penetraran en ella. Se dejaba un triángulo lateral abierto para ventilar la paja. La solidaridad entre los vecinos también forma parte del recuerdo. Era un trabajo muy largo y laborioso -agrega- y «como se tardaba tanto, nos cubríamos unos a otros». En aquellos tiempos, eran muchos los trabajos que se hacían en común. Hasta hace poco, sin ir más lejos, los vecinos de Villar del Monte celebraban concejo el día de San Antonio -13 de junio- para «ir a por el agua para regar», lo que significaba ir a limpiar de maleza y retirar escombros del invierno del regueiro de Piedralba, que discurre como un regalo de la naturaleza entre el conjunto de pajares. «Este año no hubo quien para hacer concejo», lamenta el vecino.