OPINIÓN
Coincidencia de intereses
CONVIENE recordarlo: la agenda del Rey la decide el Gobierno. Es a partir de aquí que debe hacerse la interpretación de la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla. Por una vez, alguien se levantó en la Moncloa con una idea maquiavélica en política exterior (guste o no, Ceuta y Melilla son política exterior), y el resultado es esta visita a las dos ciudades donde los símbolos del Estado y la monarquía son menos discutidos. Este baño de banderas rojigualdas le viene de maravilla a Zapatero para comenzar su campaña de reconquista del voto más nacionalista (español), obligando al Partido Popular esta vez a hacer la ola de mala gana. Por eso el esfuerzo por desviar la atención al incidente del Chad. También para el Rey este viaje es un desahogo. En las últimas semanas, había visto como un incidente muy localizado (la quema de su fotografía en Cataluña) se convertía, tras la intervención de la derecha mediática, en un cuestionamiento público de su figura. Cogido entre dos fuegos, el de los mecheros de ERC y el de las tertulias radiofónicas, el Rey estaba visiblemente incómodo. El malestar llegó hasta el corte de digestión cuando, en plena cena, Esperanza Aguirre le pidió comprensión para un periodista que le había invitado a abdicar... Esta visita es, pues, para Don Juan Carlos un bálsamo, a la vez que un melancólico recuerdo de aquella otra que hizo al comienzo de su reinado, y en la que tan solo había dejado sin visitar estas dos ciudades. Franco, que le debía su, llamémosle, cargo a la sublevación de la guarnición de Melilla, no la visitó jamás en 40 años de plácida dictadura, y Don Juan Carlos no quiso ni considerarlo mientras viviera Hassan II. Pero hacía tiempo que se hablaba en Exteriores de la necesidad de poner a prueba los nervios de Mohamed VI, y esto ha sido otro elemento a favor del viaje. Cierto que la excursión va a tener un precio diplomático, y eso lo saben tanto el gobierno como el rey, pero está claro que ambos han pactado asumirlo.