A cielo abierto no existe cárcel para casi nadie
Sólo cuando en un incendio forestal se producen víctimas mortales hay riesgo seguro de dos años de prisión. De ahí para abajo no se cumple
Saldar cuentas con la naturaleza sale barato, pero no porque lo impongan jueces o fiscales, sino porque las leyes son así. Almacenar neumáticos en una finca que luego arda accidentalmente con humaredas infames no es delito, pero sí echar lejía a un río virgen para coger truchas, lo cual está penado con prisión de cuatro meses a dos años. Las penas de dos años, salvo que el encausado sea reincidente -sería raro que lo pillara la Guardia Civil- nunca se cumplen. La misma pena corresponde a la caza o comercio de especies amenazadas o en peligro de extinción, incluídas las más legendarias, como el oso o el urogallo. Un escopetazo que ningún guarda oye a tiempo o un cepo difícil de detectar cuestan de 14 meses a dos años de cárcel, si te pillan. En cuanto al maltrato de animales domésticos, como perros, sobre lo cual se han visto auténticas salvajadas en televisión, no pasa de seis meses a un año. La contaminación por vertidos de basuras y escombreras, o la contaminación acústica por ruidos (discotecas) puede ser penada con hasta cuatro años, pero no se conoce ningún caso, al menos en León, que haya acabadoasí. Y, sólo en supuestos de incendios forestales con daños o muerte de personas, las condenas van en serio. Aunque no siempre. Si es intencionado, la pena oscila de uno a cinco años de cárcel. Si es pequeño y no se propaga, se seis meses a un año. En la quema de rastrojeras por imprudencia grave puede oscilar de un año a seis, aunque tampoco se sabe de nadie condenado a tamañas penas, incluso aunque lo hayan pillado. Por lo que respecta a indemnizaciones, su cobro es no menos problemático, al menos tanto como evaluar daños porque nadie se atreve a dar una estimación y menos aún en términos burocráticos. El cálculo de lo que cuesta debe medirse en cientos de millones de euros, dependiendo de los años, aunque ningún científico sabría echar la cuenta a ciencia cierta teniendo en cuenta, valga la redundancia, la cantidad de especies animales que se masacran y de vegetales que se destruyen a la espera de que puedan multiplicarse o regenerarse otra vez. Por lo menos en León no hay noticias de que ocupen en los medios de comunicación espacios superiores a los que se destinan a política, vida social o la economía. A excepción de los topillos. S