Las humedades se cuelan por todos los rincones de la construcción, que sufre un severo deterioro general
El abandono y la suciedad se adueñan del edificio central de Correos en León
Materiales fuera de uso, desconchones y estancias olvidadas ofrecen un aspecto deplorable
«Si no se hace alegremente, no es arquitectura. La emoción de la arquitectura hace sonreír, da risa. La vida no» ALEJANDRO DE LA SOTA, arquitecto De poco le ha valido al edificio central de Correos en León estar en el Inventario de Arquitectura del siglo XX, o ser una de las obras cumbre de la madurez del reconocido arquitecto Alejandro de la Sota. De poco ser durante años referente de modernidad que contemplaban y analizaban futuras generaciones de arquitectos, o uno de los primeros edificios en utilizar materiales industriales en sus fachadas; y una estructura interna de organización que fue elogiada en su día. Hoy, 26 años después de su construcción, apenas la fachada y la zona abierta al público mantienen la dignidad del emblemático edificio. De puertas adentro la estampa es bien distinta. Una permanente sensación de abandono impregna la práctica totalidad de las instalaciones del edificio, al menos de las que no son accesibles al público. Goteras por todas partes, que dejan su huella en las paredes y columnas desde el sótano a la última planta; cajas de clasificación de cartas que hacen las veces de improvisados calderos para recoger las filtraciones, elementos destartalados, suciedad y objetos en desuso se acumulan en cualquier esquina, alumbrados en varias estancias por una luz mortecina y apagada. ¿Ahorro energético? Según los trabajadores, bombillas fundidas y no repuestas. El edificio central de Correos apenas supera la mayoría de edad en un estado de dejadez lamentable. Triste situación para un edificio innovador, aunque su existencia haya estado siempre salpicada por la polémica. Los empleados se quejan hoy de unas condiciones de trabajo que están muy lejos de las adecuadas, y está claro que ni la limpieza ni la conservación se han encontrado entre las prioridades de la empresa pública. Dejadez que se suma a la complicada vejez del edificio, que según recuerda el arquitecto Eloy Algorri en la Guía arquitectónica de León , con el paso del tiempo deja ver la «inconsistencia de algunos argumentos funcionales». Por ejemplo, la «imprevisión de un sistema de descuelgue condena al edificio a un sempiterno estado de suciedad que envejece y afea su aspecto; la iluminación natural es insuficiente en la mayoría de los puestos de trabajo [...]. Es muy posible que estas deficiencias hayan contribuido a alimentar las controversias que el edificio ha suscitado desde el principio. Incomprendido por el público profano, denostado por los trabajadores e idolatrado por las élites profesionales y académicas...». Pero nada de ello justifica el abandono y la suciedad que inundan el edificio hoy.