El presidente defiende que en una democracia asentada basta con preservar la Constitución
Zapatero da por concluida la etapa de los consensos de la Transición
Destaca los logros económicos y sociales y afirma que la estabilidad exige pactar con PNV y CiU
José Luis Rodríguez Zapatero dio ayer por terminada no sólo la legislatura, sino toda una etapa, la de los grandes consensos entre las principales fuerzas políticas que marcaron la Transición. El presidente del Gobierno hizo balance de su gestión estos cuatro años y concluyó que España es una democracia suficientemente madura como para avanzar en temas considerados hasta ahora delicados sin la necesidad de acuerdo entre los dos grandes partidos. «El consenso nuclear es el constitucional; a partir de ahí, hay una regla que es la de las mayorías y las minorías, quien lleva adelante su programa, cumple», defendió. En este nuevo esquema, juzgó crucial, en todo caso, el entendimiento de la formación que ocupe el Gobierno tanto con el Partido Nacionalista Vasco como con Convèrgencia i Unió. Sólo un asunto hace indispensable, a ojos del jefe del Ejecutivo, que PP y PSOE vayan de la mano: las reformas constitucionales pendientes. Zapatero adelantó que su propuesta para convertir al Senado en auténtica cámara territorial de primera lectura en cuestiones autonómicas, eliminar la supremacía del varón en la sucesión a la Corona e introducir en el texto legislativo los nombres de todas las comunidades y las dos ciudades autónomas seguirá en pie. El programa electoral socialista la contempla y promete atender al informe elaborado por el Consejo de Estado que sugería, como pretende el PP, delimitar todas las competencias -«blindar» las estatales, dicen los populares- para cerrar el modelo autonómico; modelo que los ponentes constitucionales dejaron abierto de manera deliberada para permitir la posterior aprobación de los estatutos. En este caso, el consenso no es cuestión de voluntad, sino que viene exigido por la propia Carta Magna. El presidente se mostró, en todo caso, confiado en que en la próxima legislatura pueda ponerse al día la norma fundamental, que roza ya los treinta años de vigencia y, aunque dijo no compartir algunas de las propuestas planteadas por el primer partido de la oposición, aseguró que otras «se pueden discutir». Para las demás materias, incluida la lucha antiterrorista, las revisiones estatutarias o la modificación de leyes que rigen la actuación de las propias organizaciones políticas, Rodríguez Zapatero cree que el entendimiento con el PP es sólo «conveniente». No en vano, es la filosofía que subyace en su decisión de dialogar con ETA aún sin el apoyo de Rajoy, en la aprobación del Estatuto de Cataluña o en la luz verde definitiva a la siempre postergada reforma de la ley de financiación de partidos, ambas contra el criterio popular. Optimista fue el tono general de su intervención. El presidente vendió su mandato como el de los cambios y mejoras para los ciudadanos y, sobre todo, como el del crecimiento económico y la creación de empleo. Recordó que en los últimos cuatro años se han creado tres millones de puestos de trabajo y, aunque reconoció que la elevada inflación supone un lastre para las economías domésticas, arguyó que ésta no es fruto de la acción del Gobierno y que los más desfavorecidos la notarán menos gracias a la subida de un 34 por ciento de las pensiones mínimas y de la elevación del salario mínimo interprofesional a 600 euros.