Un díscolo que vende lealtad
Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid desde 2003, es uno de los políticos más carismáticos y, pese a sus públicos desencuentros con la dirección del PP al ser uno de los dirigentes más díscolos, siempre ha proclamado su lealtad al partido. Hoy es una de las caras más conocidas de la política, en la que lleva desde 1977, cuando, con 18 años, ingresó en Alianza Popular, iniciando así una imparable carrera que le ha hecho ganar todas las elecciones a las que se ha presentado y lograr que se le considere el líder más centrista y moderado de la derecha. Su ambición política le ha granjeado, por contra, numerosos enemigos en su propio partido, con los que ha mantenido una lucha de poder que ha perdido públicamente en dos ocasiones. Con el problema de la lista, de nuevo la presidenta de la Comunidad de Madrid sale vencedora en un pulso político que ha obligado al líder del PP a intervenir en varias ocasiones para pacificar a ambos dirigentes, como cuando, tras las críticas que contenía la biografía de Esperanza Aguirre, Rajoy exclamó aquello de «Joder, qué tropa». La primera derrota tuvo lugar en el 2004, con el frustrado intento de Gallardón de presentar la candidatura del berciano Manuel Cobo a la presidencia del PP madrileño. Una semana después, Cobo retiró su candidatura, rechazada por la mayoría de la Junta Directiva Regional del partido y que apoyó la lista de Aguirre para presidir el PP madrileño. «Con lo bien que estabas calladito», le espetó entonces Aguirre a Gallardón. Pero conocedor del apoyo que tiene en la calle, no ha dudado en alzar la voz todas las veces que ha querido contra decisiones o actitudes de la dirección de su partido, como cuando, el 1 de octubre de 2004, protagonizó el discurso político que inauguró el XV Congreso Nacional del PP. Entonces Gallardón se atrevió a hacer autocrítica por la derrota electoral del 14 de marzo. Ahora vive el último episodio de una batalla que inició en 2002, cuando no tuvo reparos en declararse aspirante a la Presidencia del Gobierno tras anunciar Aznar que no sería candidato en las generales. Pese a no ser elegido por su partido, no ha ocultado sus aspiraciones desde entonces. Siempre tuvo buenas relaciones con los socialistas, especialmente con Joaquín Leguina y José Bono. Y ese buen entendimiento se extiende al Grupo Prisa y a su fundador, Jesús de Polanco, con quien no rompió relaciones ni durante el boicot del PP.