Diario de León

| Crónica | En las ruinas de Biomédica |

Usted está aquí

Herrera paseó por la avenida principal del Parque Tecnológico acompañado por un séquito de políticos y empresarios y contrastó la realidad con el plano que utilizaron para ubicarlo

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F. Ramos / A. Caballero - león
León

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Sobre la piedra en la que Morano y Lucas quisieron edificar su iglesia de Biomédica inauguró ayer el Parque Tecnológico Juan Vicente Herrera. Quince años después del invento de la multinacional americana, ocho años después de la concepción del recinto industrial: una placa sobre un edificio de usos múltiples, una nave terminada y un camión de mudanzas aparcado en una de las calles de la nueva urbanización. «Esto se llena en 6 meses. Seguro que vienen los de Coca-Cola, que están en todos los polígonos de la provincia, y ocupan todo aquella parte», apuntaba con el mentón a primera hora uno de los empresarios referentes de León, mientras los meritorios del PP pelaban el frío de la escarcha entre corbatas y medias nuevas, en espera de que aparcase Herrera. Pero antes que el presidente, llegó Villanueva y los escoltas le hicieron pasillo hasta el interior del edificio como si custodiaran la entrada al vestuario de un árbitro en el Bernabéu tras una derrota del Madrid, al tiempo que la presidenta de la Diputación despotricaba contra Zapatero rodeada de cámaras y micrófonos y observaba la llegada del alcalde. Reunidos todos, con Herrera a la cabeza, el director de obra condujo a la comitiva por la amplia avenida principal en un vía crucis con tres estaciones, en cada una de las cuales sacó el plano-mapa del Parque Tecnológico y ubicó al presidente de la Junta y allegados dentro de las 32 hectáreas de superficie: «Usted está aquí», parecía explicar, en plan GPS, y el resto asentía como si viera allí mismo levantadas las futuras naves y observase el trasiego de trabajadores, representados tan sólo por dos currelas con mono que intentaban asentar la base de una grúa. En el paseo arriba y abajo por la calle, cada cual encontró la pareja más adecuada: unos por afinidad profesional y otros por necesidad de ídem; algunos a la caza de la mirada y la palmada cordial de Herrera y otros con ganas de hacer de mediadores en hipotéticos conflictos internacionales. Ya se sabe que un diplomático es quien convence a su mujer de que un abrigo de visón la hace parecer gorda, pero «el primero de los leoneses», como alabó el presidente de la Junta al alcalde, no tenía ganas de tragar con penas. Hubo pinchos para cerrar el acto en una carpa para la que encontraron espacio de milagro. Después del primer vino, alguien creyó ver correr por la linde del erial al fantasma de Frank Wilbourne. «No hay problema, esto no queda otra vez como en 1993. Si hace falta, que empiece Rajoy aquí a plantar los 500 millones de árboles», se chotaban los medios.

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