Dos docenas de criadores en una franja del Curueño de apenas tres kilómetros abastecen a pescadores de media España
Los gallos de pluma de la Cándana, una microeconomía que vive de exportar
La economía de los pueblos del río Cueño se asienta, como en todas las zonas rurales envejecidas y semidespobladas, en dos inestables «pes» o patas: las pensiones y las ayudas de la PAC. En la Cándana y una estrecha franja de tres kilómetros de ribera tienen suerte, con La Vecilla, Valdepiélago y Campohermoso, donde las economías familiares se apoyan en otras dos muletas, a saber, la pesca y la pluma de unos gallos que no se dan en ninguna otra parte para engañar a las truchas. El negocio mueve unos cien millones al año de las desaparecidas pesetas (600.000 euros) aunque podría duplicarse fácilmente si las administraciones públicas apoyaran la creación de cooperativas para la fabricación de algo tan simple como las moscas del pescador. En pueblos que apenas suman un millar de habitantes resultan cifras espectaculares, que incluso podrían multiplicarse varias veces con el turismo rural y un pequeño empujón de las administraciones públicas en forma de promoción de las artesanías locales. Según el presidente de la Asociación de Criadores de Gallos de León, Tomás Gil, que agrupa a dos docenas de granjas, la mayor la suya con medio millar de animales sobre un total de 2.150 en el último censo, el vecindario de la zona lleva cuatro años esperando que la Diputación y la Junta les concedan a sus gallos el «sello de calidad, que sería a los alimentos lo mismo que una denominación de origen, aunque, de momento, sólo tenemos permiso para comercializar la pluma con el escudo de León, lo que no significa nada a efectos de garantías comerciales porque cualquiera puede hacer lo mismo con el jamón o el chorizo de su pueblo». «Esto no es lo mismo», se añade, «sino algo mucho más serio y restringido. En todo el mundo se reconoce la calidad de la pluma de nuestros gallos para la pesca, que no se dan en ninguna otra parte, pero no en nuestras propias administraciones. Por ejemplo, el 80% de nuestra producción se vende en la mitad norte de España y un 20% se exporta a Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Japón, Rusia o Ucrania, aunque este año también nos han llegado pedidos desde la Patagonia argentina». Pocos y artesanos Muy pocos de los criadores tienen esta actividad como «principal», limitándose a complementar con ellas ingresos familiares derivados de la agricultura o la ganadería convencionales. También la inmensa mayoría se conforma con vender la pluma de los gallos como materia prima para que la reelaboren otros quedándose con el valor añadido. Gil, que hace cuatro años intentó hacer una cooperativa de productores para vender el producto final, no ha tenido éxito en sus intentos, «porque los políticos vienen cuando les interesan unos pocos votos y luego nos olvidan». Un estudio de viabilidad de la cooperativa fechado a primeros de esta década debe dormir todavía en algún despacho oficial con el título «Sector cría de Gallo de León» en el que se especifica que las ventas finales podrían llegar a casi 1,3 millones de euros al año, lo que no es poco para la zona, de los que 0,5 millones serían salarios y el beneficio final 0,7 millones más. «Ahora entre todos sacamos como mucho cien mil euros en artesanía de producto terminado y la mitad en pluma que se vende para que otros la reelaboren y comercialicen entre los pescadores». De hecho, la producción es escasa y tan limitada como la escasa franja geográfica que ocupa, sin que hayan prosperado intentos de reimplantarla en lugares lejanos, aunque de orografía similar, como Jaca (Huesca) o Burgos. En los pueblos de alrededor de La Cándana de Curueño sólo hay 2.150 aminales, que pueden incrementarse estacionalmente en otro medio millar, «pero nunca sobrepasar los tres mil, porque entonces se multiplican las enfermedades». A falta de explicaciones veterinarias los criadores dicen que cada uno de sus gallos necesita diez metros cuadrados de territorio para desarrollarse, un refugio cuando queda herido peleando con los otros machos, pequeños perros que le defiendan de la amenaza del zorro, alambradas aparte y comida, que cada vez es más cara. Su pluma útil se le quita a lo vivo cuatro veces al año a lo largo de los cinco años que puede vivir el animal más longevo y después acaba en el crematorio, despreciándose su carne, aunque hay quien dice que se puede comer si uno se toma la molestia de tenerla tres horas en la olla. En precios, no hay mercado, según Gil, y, si lo hubiera, «valdrían lo que la carne, pero aquí no se vende». Ha habido, no obstante, alguna excepción reciente. Uno de la zona, cuyo nombre se prefiere mantener en el anonimato, vendió a otro criador francés «un trío de machos por casi mil euros, porque también allí venden a los pescadores la pluma del gallo limusinn, una raza que sacaron de aquí, y cada uno o dos años vuelven a comprar porque no acaban de aclimatarla». LOS CRIADORES QUIEREN AGRUPARSE EN UNA COOPERATIVA QUE NINGUNA ADNMINISTRACiÖN APOYA AÚN Ventas en millones Valor añadido Los artesanos no cuentan ingresos adicionales en forma de turismo rural