Las anécdotas van a menos
Lejos del inicio de la democracia, cada vez más la normalidad se impone en los comicios
Los 31 años de democracia van surtiendo efecto y los ciudadanos ya no engordan el anecdotario como lo hacían allá por 1977, 1978 o primeros años de los ochenta. La jornada transcurrió sin apenas hechos dignos de reseñar. Los líderes políticos también cumplieron con los ritos de rigor, acudieron a las urnas temprano con sus respectivas parejas, posaron para la foto, pidieron que se fuera a votar y para casa. Su consejo fue seguido a medias, a las 18,00 horas había depositado su papeleta el 61,05% del censo, casi dos puntos menos que hace cuatro años.
José Luís Rodríguez Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa, votaron a las 10,30 horas en el madrileño colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo. Fue recibido con gritos de «presidente, presidente» y aplausos, pero también con pitos y abucheos. Algunos de los presentes gritó aquello de «Zapatero vete con tu abuelo», y los más clásicos de «¡mentiroso y traidor!». El presidente del Gobierno, como quien oye llover, pidió tras depositar su voto una «amplia participación» para que España y la democracia sean «más fuertes».
Mariano Rajoy, en cambio, sólo cosechó aplausos y voces reconfortantes, «Mariano amigo, España está contigo», cuando acudió al colegio Santa Bernardette de la localidad madrileña de Aravaca. También acompañado de su esposa, Elvira Rodríguez, depositó su papeleta y deseó que las elecciones «las ganen quien quiera el conjunto de los españoles». El líder del PP aconsejó además a «la gente» que cuando escogiera su sufragio lo hicieran «pensado en sí misma y el futuro de su país, que es España». Por lo demás, la jornada fue una balsa de aceite. Las incidencias, apostilló, el subsecretario del Ministerio del Interior fueron «las mismas» que se han registrado en anteriores convocatorias electorales. Es decir, miembros de mesa que no se presentaron, colegios que abrieron tarde y otros con la cerradura tapada con silicona, otro clásico en los comicios.
Apenas en el País Vasco se registraron alguna que otra incidencia protagonizada por los habituales de la izquierda abertzale y la «kale borroka». En el municipio vizcaíno de Aulesti un grupo de personas entró en el colegio electoral y tiró por el suelo las urnas, las cabinas, las papeletas, y hubo que reponer el material. El alcalde de San Sebastián, el socialista Odón Elorza, fue imprecado cuando acudió a votar al grito de «fascista» y se enfrentó a sus insultadores.
La viuda y una de las hijas del ex concejal socialista asesinado el viernes, Isaías Carrasco, votaron, en cambio, con total normalidad en Mondragón y sin hacer comentarios.
En el resto del país, el anecdotario estuvo exento de tensiones. En Valladolid, un hombre votó y murió al salir del colegio electoral; en Vitoria, un grupo de personas «prestó» sus papeletas a un grupo de inmigrantes para reivindicar el derecho de este colectivo a votar; una apoderada del PSOE denunció en Mallorca a una interventora del PP por presunta inducción a una mujer para que votara al partido «que preside Mariano Rajoy»; un elector de Melilla que intentó depositar su papeleta y se encontró con que alguien ya había votado en su lugar.