| Perfil | Rodríguez Zapatero |
Un estratega firme y sin rubores
Artistas de la Plataforma de Apoyo a Zapatero, como Ana Belén o Fran Perea, siguieron la jornada en Ferraz Los difíciles retos de la próxima legislatura pondrán a prueba la capacidad de consenso de Rodríguez Zapa
«Creo que el socialismo es, sobre todo, raíces, lealtad y convicción», dijo Rodríguez Zapatero hace ahora ocho años en su discurso como candidato a la secretaría general del PSOE. Comenzaba allí una nueva etapa de un partido centenario en el que cobraba protagonismo un rostro joven curtido, desde muy pronto, en las lides de la política provincial leonesa. Y fue precisamente en León donde anunció su intención de presentar la candidatura a la secretaría general. Consiguió su objetivo y se hizo con las riendas del partido desbancando al manchego José Bono con un resultado muy ajustado y en un momento muy delicado para el PSOE que arrastraba dos derrotas consecutivas en contra el PP de José María Aznar. Zapatero, el candidato «sorpresa», tuvo que enfrentarse al escepticismo de los críticos de su partido pero finalmente se impuso el criterio de quienes consideraban que el leonés era precisamente la figura reformista que necesitaba un socialismo en horas bajas. A la vista de los resultados de las urnas en las dos últimas consultas, parece evidente que no iban descaminados quienes apostaron por Zapatero. La Moncloa seguirá acogiendo a un leonés amante de su tierra en la que ha recalado en más de una veintena de ocasiones durante la pasada legislatura y que ha arrastrado también hasta León a la práctica totalidad de sus ministros y altos cargos comenzando por José Antonio Alonso, un leonés del Crucero amigo personal de Zapatero que se ha convertido en su mano derecha y en hombre fundamental del Gobierno al frente de dos ministerios clave: Interior y Defensa. Zapatero sigue la estela de una familia comprometida políticamente cuy a trayectoria influyó de forma decisiva en el camino que emprendió ya desde sus años de universitario en la Facultad de Derecho de León. Quienes recuerdan su actividad en aquellos momentos hablan de su carácter tranquilo y dialogante (luego vendría lo del «talante») al tiempo que destacan su firmeza y determinación para llevar a cabo sus proyectos políticos asumiendo que quedarían algunas «víctimas» en el camino. Las divisiones enquistadas en aquellos años en zonas como Laciana o Astorga le pusieron a prueba en plena juventud y contribuyeron a forjar esa fortaleza interior. Esa capacidad para la sutil estrategia política, y para controlar su propio entorno político, explicarían un éxito que es también el éxito de todo su partido que, tras estos comicios, sale indudablemente reforzado. Zapatero ha incorporado también, sin rubores, unos nuevos planteamientos de «estética» y promoción política que sin duda han llamado la atención de los ciudadanos y que han recibido también no pocas críticas pero que han acabado calando como puede ser la utilización de la Zeta de su apellido o el gesto de la ceja utilizado en las postrimerías de la campaña y que habla de esa falta de rubor del presidente a la hora de llamar la atención sobre sus proyectos. Rodríguez Zapatero encara, en definitiva, una nueva etapa de gobierno en la que podrá redondear un programa en el que, además de su audaz decisión de retirar los soldados españoles de Irak, han tenido especial protagonismo las cuestiones sociales como la ley de Igualdad, la creación de los juzgados de Violencia de Género, la legalización de las uniones homosexuales, etcétera. Y tendrá también que afrontar la realidad derivada de las inagotables reivindicaciones nacionalistas con situaciones de especial complejidad y riesgo como referéndum anunciado por Ibarretxe para el mes de octubre en el País Vasco. Su capacidad para el consenso, vital para cuestiones de gran alcance y trascendencia como la que concierne al terrorismo (auténtica piedra de toque), la difícil situación económica, la educación, la relación con la Igle sia o a la organización territorial, se pondrá sin duda a prueba en la próxima legislatura.