El paisanaje, entre el pragmatismo, la utopía y la incredulidad

Dicen que los taxistas y las peluqueras son los que más saben del pulso de la calle. Y dicen bien, pero en las cuencas mineras, los que también saben mucho de lo que piensa cada día el pueblo son los dueños de los bares y cafeterías. Y ayer, el tema de conversación en las barras de los bares de Matarrosa, Toreno, Fabero o Palacios del Sil era precisamente el anuncio de la Junta de la información pública de la autovía de Toreno a Villablino y su enlace con la autopista de Asturias. En la cafetería La Pista de Matarrosa, su responsable decía que la medida de la Junta era buena, que están ansiosos de más bienvenidas al progreso y la modernidad, y que entienden las dificultades para encajar una autovía a su paso por este pueblo. Por eso, estiman que lo importante, -y ese es el sentir de los parroquianos del café diario-, que lo importante es que se haga la autovía. «Que comiencen, que lo hagan y punto», decía el dueño. En Fabero, en el bar Floro, también se mascaba en cierta medida la incredulidad del proyecto. «No sé si lo verán mis nietos», reafirmaba un cliente. Aquí sí se mostraban preocupados porque la autovía les deje aislados por no pasar cerca del pueblo. También pesaba lo abultado del dinero necesario para hacer tantos viaductos y túneles. Un poco más arriba de Fabero, en Palacios del Sil, una peluquera de toda la vida, de 53 años jubilada, Rosalía Álvarez, pronunciaba las palabras un tanto malditas: «obra faraónica», y acto seguido citaba a Santo Tomás, con lo de ser creyente cuando lo vea. También destilaba en el sentir popular la inquietud medioambiental. Sostienen que sería destrozar los montes de la zona, pero son conscientes de que es lo que tiene el progreso: «O pajaritos y naturaleza, o prosperidad; la autovía es muy necesaria, aunque por aquí, por Palacios, la veo muy difícil», decían ayer, aunque también había quien la defendía por sus montañas.