El incremento de costes ha multiplicado por cinco a la inflación, según la patronal
Según el presidente de Altradime, Pablo Lorenzo, una tercera parte de los autónomos del transporte «o tal vez más, quizá la mitad» atraviesan por serias dificultades para mantener sus negocios, hasta el punto de que mucho tiran la toalla. Las alarmas sonaron hace tiempo, aunque la alerta final saltó poco antes de la Semana Santa: por primera vez en la historia el precio del gasóleo superó al de la gasolina, situándose en torno a 1,32 euros el litro, algo impensable tanto para los camioneros como para los conductores de turismos que previamente habían pagado más por vehículos de carburantes entonces baratos. La situación no ha hecho más que agravarse en lo que va de década, según estadísticas de la patronal del sector y la evolución de los costes tampoco ha hecho más que crecer en la última década, siempre por encima de la inflación. Tomando como refencia el año 2000 ya el siguiente año llegó al 6,7%, subiendo al 11,7% en el 2004 y disparándose al 31,9% el último año. «Si se tomaran, a su vez, como referencia los índices oficiales de inflación, que en el 2007 estuvieron en el 4,2%, necesitaríamos este año una revisión de tarifas cinco veces mayor para compensar los costes que llevamos acumulados de atrás, o sea cinco veces más de lo que a otros les ha subido el coste de la vida». Un tercio pasa gasóleo Los estudios económicos sobre costes elaborados por las patronales del transporte de mercancías cifran en un 33,8% el coste actual de los carburantes, situándolos muy por encima de los demás. Le siguen los de nóminas y personal de conducción, con otro 23,9% y, muy de lejos, la propia amortización del vehículo con el 12,8%. La vida útil de estos últimos no suele sobrepasar los ocho años o diez en el mejor de los casos sobre una inversión inicial que raramente baja para un autónomo de los 150.000 euros (de veinticinco a treinta millones de las desaparecidas pesetas). El resto de la cuenta de resultados depende de otro largo abanico de facturas, que van desde los seguros, el fisco, las dietas para viajes, el desgaste de neumáticos, talleres de reparaciones y gastos varios de mantenimiento. Lo que queda al final puede considerarse como el beneficio del empresario, si es que llega, según se ironiza desde las empresas, porque casi todas están trabajando ya al límite con el único objetivo de no desaparecer o parar a corto plazo, porque ponerlas otra vez en marcha costaría mucho trabajo en un sector tan atomizado y competitivo. «Y lo más que te ofrecen los cargadores en subida de tarifas es la inflación».