Younness Bouiahadj: «No queremos perder nuestras costumbres»

Preservar las costumbres funerarias y sociales en torno al hecho de la muerte está en la mente de quienes impulsan la creación de un cementerio musulmán en León «pensando en el futuro». El ritual funerario según el Islam comienza envolviendo el cadáver en una tela blanca en la casa o donde se haya producido el deceso. Después se lleva el cuerpo sin vida a la mezquita para rezar por la persona difunta y por último se conduce al cementerio, donde previamente ha tenido que prepararse la tumba en tierra, según los preceptos religiosos islámicos. Se trata de una sepultura doble, más ancha en la base y más estrecha arriba, para que el cuerpo pueda colocarse sobre el costado derecho y mirando hacia La Meca. «Se trata al difunto con sumo cuidado, como si estuviera vivo. Se respeta mucho el cadáver», aclara Mbarek Wahbi. Desde la llegada al cementerio hasta que termina el enterramiento, el imán lee textos del Corán para despedir a la persona fallecida en su viaje a la eternidad. Finalmente, se coloca una placa de madera o mármol sobre la tumba en la que se indica la fecha de nacimiento y de la muerte, como es costumbre también en el ritual católico. Acompañan la identificación del difunto con una sura o frase del Corán. Una vez finalizado el entierro se acude a la casa de la familia del difunto para «dar el pésame, ayudarle y compartir sentimientos». La casa queda abierta a todo el mundo, conocidos y desconocidos, y por la noche se realiza una comida comunitaria. «No queremos perder nuestras costumbres, como ya ocurre aquí», señala Youness Bouiajadj, un marroquí nacionalizado español que lleva más de la mitad de su vida en León. Sin embargo, asegura que hay costumbres que van dejando atrás como que las viudas no salgan de casa, salvo al amanecer o al oscurecer, durante cuatro meses. Eso sí, tendrán que esperar cuatro meses y seis días para casarse: «Es el tiempo que se consideraba necesario para comprobar si la mujer estaba embarazada del difunto», precisa.