Diario de León

| Crónica | «José Luis, a la izquierda» |

La más pública de las visitas privadas

Cientos de personas abordaron al presidente en un paseo por el centro de la ciudad, que concluyó en el Barrio Húmedo

En el Celso, el saludo a los viejos amigos del otro lado de la barra

En el Celso, el saludo a los viejos amigos del otro lado de la barra

León

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Algunos le esperaban. Otros muchos se dieron de narices con él. Incluso no pocos atónitos turistas. Una nube de teléfonos móviles fotografió durante más de una hora al presidente del Gobierno en la que resultó la más pública de sus visitas privadas a León. Rodríguez Zapatero se dejó abrazar y besar, y abrazó y besó. Escuchó, sonrió, preguntó por los conocidos y se interesó por los desconocidos, especialmente por los inmigrantes que encontró a su paso. ¿Te acuerdas de mi?, fue una de las preguntas más repetidas. El presidente se acuerda, pero pocas veces puede caminar ya por la ciudad cuyas calles recorrió durante años; o chatear por los bares en cuyas barras se acodó tranquilo hasta su ascenso a las alturas políticas. «¿A que no sabes quién tengo al lado? ¡El presidente...! Cuál va a ser, el del Gobierno». Rodríguez Zapatero decidió a última hora ir a pie desde el Ayuntamiento hasta el Barrio Húmedo, en una templada tarde de sábado que había sacado a la calle a miles de leoneses. Comenzó un saludo ordenado tras las vallas de seguridad, pero pronto se internó en una marea humana que se iba haciendo más densa a medida que la comitiva se acercaba a Santo Domingo. Le pidieron trabajo para León, le llamaron cien veces guapo, le mostraron alegría y apoyo. No incondicional: «Eres el mejor, no nos olvides». Incluso una alumna polaca del Erasmus se entretuvo en elogiar la política del presidente español, frente a la de su país. «José Luis, a la izquierda», gritaban desde la otra acera. No era una reivindicación política, es que los que se habían situado a la derecha de Ordoño II no soltaban las manos del presidente. ¿Cómo está Oteruelo? ¿Y Caja España? A cada uno le preguntó por lo suyo. Hasta un descontento le increpó: «Zapatero, estamos en la ruina». Insistió, pero como la parroquia respondió con civismo ignorando la provocación, acabó por largarse. Delante de la Delegación de Defensa, por donde atajó la seguridad presidencial ante la aglomeración de Santo Domingo, tres coches en fila esperaban en el semáforo. Dentro, un nutrido grupo de muchachos en la despedida de soltero de Edu. Directo se fue el presidente a interesarse. «Eh, seguirnos a nosotros, con lo guapos que estamos...». Enfilando el Húmedo, al presidente y al alcalde se les van los ojillos detrás de dos mozas de punta en blanco y azoradas. De boda. Desde una ventana, una seguidora da un salto y un grito. «Zapatero!!!» Saluda, después a un inmigrante con la camiseta afín del Barça. Llega, al fin, a la primera parada. El Infierno. Luego el Celso y el Bacanal. Después, camino al hostal, donde espera la familia. La parte privada de su visita. La de verdad.

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