El sida, la pobreza y el bacilo de Koch
Están apareciendo nuevas cepas de tuberculosis resistentes a la medicación clásica importadas del Tercer Mundo y de la Europa del Este
En la provincia de León suben los casos de paludismo, de fiebres tifoideas y de otras enfermedades exóticas y ya teóricamente erradicadas en España, pero no por culpa de los inmigrantes pobres que vienen sino por los turistas ricos que van a paises subtropicales y ni se molestan en vacunarse creyéndose inmunes al tercer mundo. La tuberculosis es otra cosa. Hasta hace pocas décadas fue una enfermedad casi endémica y todavía hoy la porta entre un tercio o una cuarta parte de la población, aunque sea en estado latente, porque, según, los médicos, «cuando te das con un bacilífero activo es como una bomba de relojería, hay que internarlo y, aunque él no quiera, se llama a la Guarcia Civil, esto en serio, porque ni él mismo sabe lo que puede contagiar». Las mayores tasas de tuberculosis aparecen en países altamente masificados y en vías de desarrollo, donde no han llegado a los niveles de bienestar social de Europa. También en los mismos donde surgió y creció el sida hasta contagiarlo a los estados ricos de Occidente o desde el Este contaminado de burocracia y pobreza, en dosis paritariamente letales: China, India, Rumanía, Sudamérica y cualquier país de África, da igual del desierto del Sáhara para arriba que para abajo. El contagio, aparte de los problemas económicos, es lo que temen ahora los estados ricos del norte, que, por lo demás, dependen de los pobres del sur para importar también el petróleo, pero no el chapapote. Dicen los expertos que casi la mitad de los casos nuevos de tuberculosis se detentan entre la población mayor de 60 años. Y, hombre, no hay que ser muy experto para diganosticar que el resto de las dolencias también, eso si alguien llega a tan provecta edad. Lo que sí parece claro es que el asunto de la tuberculina está ligado a las carencias de la vida, como alimentación, calor en casa y cosas así. Solamente en tiempos de Gustavo Adolfo Becker se consideraba una enfermedad de las élites sociales de cara pálida que no iban a la playa por no mezclarse con la Pantoja, pero ahora aparece relacionado con los inmigrantes subsaharianos y morenos de Gibraltar para abajo . Sobre los factores de contagio en León los expertos no se ponen de acuerdo y, mientras unos dicen que tienen causas endógenas, del abuelo minero y silicótico que se la pasa al nieto funcionario y supervitaminizado del Inteco, otros los relacionan con la inmigración descontrolada. El Centro Nacional de Epidemiodología, apolítico, ni entra ni sale: sólo dice que en empezó a crecer en el 2004, con el «efecto Caldera».